ABR.61. AL ANOCHECER, de María del Carmen Guzmán
Aquella tarde lluviosa y desapacible papá regresó a la tumba, entristecido. Allí estábamos mamá, mi hermana y yo, muertos de hambre y de sed, pues éramos tan pobres que teníamos que vivir en el cementerio. El invierno era tan duro que nadie transitaba por las calles oscuras. Esa noche llovía muchísimo y papá sólo había podido cazar un gato callejero. Vivo, pero menos da una piedra.
Estábamos tan sedientos que los tres nos abalanzamos sobre el minino mientras papá sonreía al ver la sangre correr por nuestras comisuras.
Huyyy, qué miedo. Uno de ¿vampiros? Muy logrado.
Gracias, porque esa era mi pérfida intención, que diera miedo.