92. El trabajo dignifica (La Marca Amarilla)
Cuando iba a ponerse su ropa de faena se percató de que había manchado su camisa con la leche que acababa de tomar; no estaba concentrado en lo suyo. Era otro indicio de que su empleo ya no le motivaba como antes, debía cambiar mucho de lugar de trabajo, los desplazamientos eran peligrosos y nunca repetía el mismo horario dos días seguidos. De nuevo meditó dejarlo, entregar una solicitud en la fábrica o en el mercado, pero sabía que ganaría mucho menos dinero y desechó la ocurrencia. Fuera estaba nevando, por eso procuró abrigarse bien antes de coger sus herramientas, hoy por suerte no tenía que ir muy lejos ni estar mucho tiempo en su puesto, según le habían ordenado. Se despidió de su esposa, que le deseó una buena jornada y le entregó un bocadillo que había preparado antes de acompañar a los niños al colegio.
Ya en el lugar, observó a través de la mirilla que el nevado paisaje y la limpia luz favorecerían que hoy pudiera abatir varios blancos, aumentando su reputación de excelente francotirador entre el alto mando. Así, pensó, podría pedir un aumento de sueldo.
Un honrado padre de familia solo parece preocupado por llevar dinero a casa, algo loable, en principio. Está sometido a una disciplina que acepta, a pesar de que su trabajo comienza a ser rutinario. Su mujer y los niños son lo primero.
Hasta aquí un relato sencillo y correcto. Es el final que nadie espera el que todo lo trastoca. El padre honrado es un asesino a sueldo, peor todavía, un personaje sin escrúpulos que en ningún momento piensa que aquellos que caen bajo su punto de mira puedan tener una familia como la suya, alguien que les llore. Tiene que realizar una labor y la ejecuta, nunca mejor dicho, con una frialdad que causa escalofríos.
No sé si el trabajo dignifica, pero muy saludable no parece en este caso, al menos, no para algunos.
Todo un canto al pacifismo y un alegato contra la inhumanidad.
Un abrazo, ¡campeón!
Muchas gracias, Ángel!!
Como siempre muy acertado en tu comentario, y yo muy agradecido de que te acerques a mi relato!!
El trabajo puede dignificar… pero no siempre!!!
Recibe un abrazo!!
😉