118. Iris (Anna López Artiaga / Relatos de Arena)
Sacó otro folio y comenzó de nuevo. Las palabras fluían, sin obstáculos al principio, hasta que aparecía ella: Eran sus ojos un precipicio en el que arrojarse…
Arrugó el papel y lo lanzó, encestando con pericia. Se sirvió un whisky.
Hizo crujir los nudillos, tomó el bolígrafo y atacó por sexta vez. Sin dificultad durante dos párrafos. Entonces se abrió la puerta del bar y entró ella: Se asomó a su mirada y sintió… ¡Vaya mierda¡ Una nueva pelota de celulosa voló hasta la papelera, golpeó en el borde y cayó al suelo. Apuró el vaso.
La papelera estaba casi llena. Seguro que aquí hay algún despojo que no es tan malo, pensó mientras revolvía los papeles. Desde el fondo del cubo, sus ojos lo miraron acechantes. Debo haberlo imaginado. Pero no, allí estaban de nuevo aquellas cuencas frías. Vació la papelera en el suelo y una docena de miradas se clavaron en su pecho como puñales. En una de ellas se podía nadar sin descanso, otra le atravesaba como si pudiera leer en su alma. Sintió vértigo y les tendió una mano suplicante. Al amanecer lo encontraron frío en la alfombra. Sobre el escritorio un folio en blanco.