ABR.22. BAILE EN LA PLAZA MOJADA, de Blanca Oteiza
Refugiada bajo el soportal de la Iglesia de los Descalzos contemplaba ensimismada la lluvia que caía sobre el asfalto. Mi paseo vespertino había sido interrumpido por la inesperada tormenta que había oscurecido el cielo en unos pocos minutos. Me había pillado indefensa, sin paraguas ni botas, inmersa en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mis anhelos. Guarecida bajo las arcadas de piedra observaba el burbujeo de las gotas al golpear el suelo y me imaginé por un momento a mi misma danzando descalza bajo la lluvia, sintiendo cada gota mojando mi cuerpo. Por un instante sentí el deseo de salir a la pista de baile de la plaza encharcada y girar como una peonza, pero la razón disfrazada de brazo invisible me sujetaba contra el muro.
Por encima de los tejados rojizos empezaban a abrirse ventanas que mostraban de nuevo el azul del cielo.
Ese deseo tuyo si lo hace un niño, se vé correcto por todos. Si lo desea hacer una persona adulta, lo reprimimos.
Bonito relato.
Muchas gracias.
Sí, tienes razón, aunque conservemos el espíritu de niño, tenemos que actuar como adultos aunque en más de una ocasión nos gustara actuar como ellos.
Blanca