93. Soledad (Santi Martín)
Venancio paseaba su mirada serena por el sembrado de cebada. Junio, un pueblo de Salamanca; el sempiterno sol abrasador de cada verano invitaba a dejarse purificar por una rubia en el único bar que quedaba, burlando a la despoblación. Él, sin embrago, prefería abandonarse al ondulante mecer de sus espigas -olas de un mar que nunca conoció-, cada atardecer, vigilante cuando el sol volvía a dormir, dejando el rastro de su halo de eternidad. Jamás había leído un verso, pero se sumergía inconscientemente en la poesía que sublima lo cotidiano, desde su sabia y ancestral manera de entender el paso del tiempo.
Le encontraron la noche de San Juan -a él, que recelaba del fuego, furia arrasadora y amenazante-, quemando las naves de un pasado que no conoció, en un viaje sin retorno; perdida su mirada y tal vez el juicio. Cada llama imprimía un eco de tristeza en sus pupilas, pero una vida nueva asomaba por su rostro ajado. Hasta entonces, nadie le había visto llorar. Nunca. Y, callado como siempre, garabateó torpemente su nombre en la primera hoja, casi ocre ya, de aquel cuaderno que siempre –ahora, por fin, lo sabía- le había estado esperando.
Muy bueno.sigue asi sembrando relatos y cuentos.y conseguirás tus metas.
Un relato corto que te deja con ganas de más. Lo próximo, una novela, porque tú puedes.