111. El Dorado
La selva se les muestra esquiva y traicionera. Saben que si aguantan la humedad, el cansancio y los mosquitos, al norte, más al norte, les aguarda todo lo prometido, con su fulgor dorado. Acabarán para siempre con todas las miserias y humillaciones que les trajeron hasta este lugar remoto del mundo. Tendrán la oportunidad de empezar de nuevo, de ser dueños de su destino. Serán ricos.
Pero los expedicionarios no han percibido un brillo semejante en los ojos de sus guías. En sus oídos indígenas resuenan todavía las promesas del cacique: si le llevan sus cabezas, sus cascos brillantes y sus armas, tendrán una nueva vida.
Parece que oro y sangre van juntos. Un beso.
Inevitablemente, es cierto. Y a ellos se le une la eterna insatisfacción que nos correo. Un beso.
Que nos corroe, perdón.