118. Sin bolsas (Blanca Oteiza)
Paraste el coche frente a un vasto campo de girasoles y me declaraste tu amor diciendo que era más grande que todas las pipas que había ante nuestros ojos. Fueron meses de limonada, de paseos bajo el sol y baños entre patitos de goma. Fueron meses de risas, viajes y riñas.
Debí comer muchas bolsas de pipas durante ese tiempo, porque el otro día me dijiste que ya no me querías.
Para olvidarme de ti, he decidido cambiar de aires y volar a Londres. Ahí la lluvia me recibe y bajo el paraguas me refugio de las miradas que parece me observan, hasta que entro al museo. Tu imagen se ha quedado afuera, diluida en los charcos de la calle, aunque frente a Los Girasoles de Van Gogh, no he podido evitar recordarte.
Hay promesas eternas que no pasan la prueba del tiempo, que en un breve espacio quedan desinfladas. En una relación siempre hay una parte que entrega más y, por lo tanto, pierde en mayor proporción. De todo se sale, o eso dicen, lo que no significa que las heridas no permanezcan en el interior por muchas cicatrices que se le intenten poner encima. Somos seres visuales y una imagen puede evocar un pasado y todo lo relacionado con él. Tu relato, sin duda evocador, a mí me ha recordado las tardes de verano de mi infancia y primera juventud comiendo pipas en la calle con mis amigos, una imagen muy propia del estío.
Un abrazo, buen verano y suerte, Blanca
Muchas gracias Ángel por tus palabras, como siempre un placer leerlas.
Un abrazo
Como dice Ángel, las pipas son del verano. Una lástima que sea el cuadro el motivo de tan mal recuerdo. Un beso.
Gracias Maite por tu comentario.
Besos