687. EL CONSEJO DE ÁRBOLES, de Amanita Muscaria 3
El Consejo de Árboles cerró la reunión, más abruptamente de lo habitual. Los árboles más ancianos, con varios siglos sobre sus raíces, insistían en permanecer igual, sin hacer nada. Sin embargo, los árboles jóvenes, faltos de experiencia pero repletos de vigor, clamaban por el cambio y la rebelión. Incitaban a abandonar su posición pasiva y enfrentarse a la humanidad, o acabarían desapareciendo entre sus manos.
\»Acabemos con esos asesinos\», pedían los jóvenes, \»o ellos acabarán con nosotros\».
\»Precisamente porque no somos como ellos\», contestaban los grandes ancianos, \»jamás actuaremos de forma inconsciente, irresponsable ni, mucho menos, cruel\».
Como cada vez costaba más aplacar a los más rebeldes, en la siguiente reunión el árbol más viejo les habló de un pequeño niño humano, perdido en esos momentos en un frondoso bosque canadiense.
\»Adelante\», dijo el anciano. \»Empezad vuestra revolución. Matadle\».
Pero ninguno se atrevió.