656. OJO POR OJO, de Musgo 7
Le encantaba ver como el fuego crecía y crecía consumiendolo todo. Tan solo el chasquido de un mechero había bastado para provocar semejante incencio. El bosque se retorcía crugiendo de dolor en aquella macabra danza de gigantescas llamas. Pronto vendrán los vecinos y las patrullas de extinción alertadas por el humo – pensó mientras se disponía a abandonar el lugar en su todoterreno pero algo le impedía apartar la mirada de aquello. Así lo encontraron los primeros en llegar. El rostro del pirómano, hasta entonces de clara satisfacción, se vió alterado al descubrir que los lugareños vestían antiguos ropajes portando espadas lanzas y escudos. Mientras lo conducían maniatado, pudo oir como, en un castellano primitivo, hablaban de quemarlo esa noche en la plaza de la villa, junto con las condenadas por brujería
Quien a hierro mata a hierro muere.