643.ZENÓN, de Gorrión
El sol se escondía detrás de los edificios, comenzaba a caer una suave llovizna. El agua helada le producía una sensación de respiro.
Había caminado todo el día en busca de trabajo. Solo reposo, en el banco de la plaza y comió una empanada que compró con algunas monedas, renunció a la gaseosa, prefirió una porción de tarta tenía hambre más que sed, el bebedero de la plaza le dio agua fresca.
Ahora, sentado en el cordón de la vereda, hundió el rostro entre sus manos y la melancolía de los recuerdos tironearon su corazón. Como en una película aparecían las imágenes. En su pueblo podía ver el sol hasta que se hundía en el horizonte acompañado del trino de los pájaros que dormían sus noches en los eucaliptos y los demás árboles del bosque.
Tuvo que emigrar a la gran ciudad, a la pobreza se sumaba el desmonte para dar paso a los cultivos de soja. La devastación avanzaba destruyendo la vida de la gente.
Allá quedó todo lo que poseía la choza, amigos, león, su mascota. Algunos cacharros…
Le habían dicho que aquí encontraría trabajo. La realidad es dura, duerme en la plaza protegido con cartones.