113. COMPENSACIÓN
Las nueve de la noche, con la mirada perdida sale del salón camina hacia el pasillo, nada más entrar se golpea el codo y queda sin respiración. Hoy no ha dormido apenas, había once hombres esperándola y estaba dispuesta a derrotar a todo el mundo. Tiene mucha suerte últimamente y no perdona. Se acerca a la cocina y coge fruta, se la termina en la habitación rosa. Está desfallecida, por la mañana debe viajar y no le gusta. Además, sigue sin recuperar su edredón rosa de la suerte y eso la preocupa. Está convencida que lo han extraviado en la tintorería. Tumbada en la cama suspira de alivio por no tener nada que hacer. No es hábil relajándose y comienza a repasar con gusto las historias de algunos ludópatas a los que desplumó, le parecen fantasiosas, absurdas y manipuladoras pero constituyen su pasión favorita, le acarrean el sueño y derriban la presión diaria. Cada mes selecciona una a la que perdona la cantidad de la deuda y da esperanza para que juegue más y más. Se quedaba dormida cuando irrumpe en la habitación el jugador de quince años.
–Vamos a repetir la partida, zorra-, grita apuntándola con una pistola rosa.