22. MIS COMPAÑERAS DE PISO (Edita)
Soy huérfana materna de nacimiento. Mi padre me malcrió durante medio siglo. Comodidades urbanas y paseos por los bosques del entorno fueron mis ocupaciones relevantes. Una noche, se fue de repente, sin enseñarme primero a vivir sola y de rentas. Desde aquella tragedia, compenso ausencias y miedos con actitudes extrañas, dicen unos; obsesivas, aseguran otros.
En agosto, ya vareo erizos completamente verdes. Mis manos, aunque perforadas y doloridas, hurgan entre sus espinas. La experiencia me advierte que no madurarán antes de tiempo por más que lo intente, pero insisto como posesa. Al fin, en octubre, teñidos de otoño, van soltando perlas marrones con la boca abierta; tal vez riéndose de mí. Incluso algunos, camicaces, se estrellan adrede contra mi cuero cabelludo. Ni así consiguen aplacarme el ansia recolectora: día tras día, dejo la ciudad y recorro los castañares de la comarca con el único objetivo de almacenar en casa las dichosas semillas a toneladas. Muchas veces, me sorprende el alba aún sin acostarme, disponiéndolas adecuadamente según su grado de humedad y categoría, para que se sientan lo más a gusto posible conmigo; deben aguantar en perfectas condiciones hasta la cosecha del año siguiente. Solo entonces, podré deshacerme de las viejas.
Curioso relato Edita y obsesivo. Me ha traído el recuerdo de una castaña pilonga contra mi ojo en mi infancia.
Suerte y un beso
😀 Muchas gracias por leer y comentar.
Hola, Edita, aunque me encanta lo bien que describes el dolor y la soledad de tu protagonista y su obsesión por almacenar castañas, intuyo que me dejo algo si me baso en ese espectacular y segundo párrafo.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias. No creo que te dejes nada, es así de incoherente. Adrede, eso sí. 😀
Parece una alegoría sobre el paso del tiempo. Al fin y al cabo la vida va de ir»cumpliendo castañas».
Me gusta tu punto de vista. Muchas gracias.
Tu protagonista nunca tuvo que trabajar para vivir, solo conoció la tierna monotonía de una vida regalada. Ni su madre ni las circunstancias le han enseñado a luchar, a conseguir logros, a superar dificultades. Al llegar a los cincuenta años su existencia se topa con un paréntesis, no por natural menos desconcertante. La muerte de su madre es un varapalo que altera esa balsa de aceite en la que se encontraba. Es entonces cuando decide pincharse las manos, recolectar castañas (que no necesita para comer ni para ganarse la vida), almacenarlas para luego deshacerse de ellas al tiempo que prepara semillas con las que comenzar de nuevo. Es su manera de alcanzar el equilibrio, de compensar que todo haya sido demasiado fácil. Se trata de una actividad en apariencia inútil, pero no lo es en absoluto, ya que da sentido a su vida, llena sus horas y hasta le proporciona compañía.
Un relato que muestra la complejidad de la mente humana, cómo gesta actuaciones para poder subsistir, para darle un sentido al día a día, cómo cualquier cosa que hacemos tiene detrás un motivo.
Un abrazo y suerte, Edita
Como siempre, tu comentario enriquece el texto, le da una categoría que no sé si tiene. Un apunte: el que muere cuando la prota tiene 50 años es el padre; la madre ya lo había hecho en el parto.
Siempre volver a empezar, no darse por vencidos, nunca, algo que seguramente hacemos todos de una manera o de otra… ¡suerte!
Muchas grtacias por tu comentario.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias de nuevo.
La soledad irrumpe y acoge a la protagonista. Su mente hace acopio de una baliza de salvación; un síndrome de Diógenes, pero emocional. Un fruto que llena el espacio material y afectivo. Un texto que se adentra en los entresijos de la incomunicación y en los recovecos de la razón. Muy bueno, Edita, un abrazo y suerte.
¡Qué bien lo has comprendido y comentado! Muchas gracias.
Antes estuve leyendo tu relato y después he vuelto a leerlo. Es curioso y extraño a la vez. Cuesta hacerse a la idea del trabajo alienante que hace esta mujer que, supuestamente, puede vivir o ha vivido en la abundancia y sin preocupaciones.
Me encanta el fruto de las castañas, con sus pinchitos, tan verdes y especiales. Es muy apropiado además para la época que se aproxima. Siempre recuerdo las meriendas de castañas con higos y nueces por la festividad de todos los Santos.
Deseo que tu protagonista encuentre la paz y pueda dejar, al menos durante una etapa, de pensar en cómo seguir plantando esas semillas, deseo también que encuentre unas compañeras de piso más alegres, aunque sean «negritas» como diría la nieta del abuelo Marcelo.
Mucha suerte y feliz noche,Edita.
Muchas gracias por tu generoso comentario.
Me ha resultado desasogante su lectura y por eso me ha gustado tanto. Una mujer a la deriva, sin metas, llena de tiempos caducos que nada le aportan. Muy lograda esa atmósfera de la nada.
Me encata tu comentario. Muchas gracias.
Lo he leído varias veces, el título me despistó y después no daba captado la idea, pero los relatos breves son así y eso me encanta que te hagan pensar hasta que la luz aparece. Me ha gustado la manera de contarlo.
Muchas gracias por el esfuerzo. Era consciente de que no resultaría fácil, lo siento. Muchas gracias.
Aunque exista tal «incoherencia» (según le contestas a Rosy) entre ambos párrafos, puede el lector imaginarse el cambio radical de perspectivas de futuro de la protagonista, una vez, que el padre ricachón pega el portazo y desaparece sin enseñarle a sobrevivir, lo cual parece que en ese segundo párrafo lo tiene demasiado claro.
¡Que las compañeras no la abandonen tampoco! 😉 y desde luego a ti, Edita, como autora de esta compleja historia y sugerente, te deseo mucha suerte.
Muchas gracias por molestarte a leer, interpretar y comentar.
Casualmente hoy estuve juntando castañas aquí en Turín, una escala más en mi viaje por Italia.
Se me hace que esa obsesión por juntarlas, que ese pincharse con los erizos, es la forma que la protagonista encontró de compensar las asperezas que le faltaron en la infancia, ésas que le hubieran templado el carácter y preparado para la vida.
Un micro con un trasfondo psicológico muy interesante.
Cariños,
Mariángeles
Qué interesante tu punto de vista. Te lo compro. Muchas gracias. Feliz viaje.
La inmadurez emocional y la soledad de la protagonista derivan en un trastorno psicológico. Su obsesiva recolección y clasificación de castañas son un intento desesperado de vivir y cerrar ciclos vitales no resueltos. Muy significativos son los pinchos.
Un relato original y profundo, Edita.
Besos.
¡Qué bien lo expresas! Aunque soy ignorante en la materia, me atraen mucho la psicología y la psiquiatría. En tus palabras se nota que sabes de lo que hablas. Muchas gracias.
La obsesión de las castañas, sus compañeras en su gran soledad. Muy original el relato. Buen trabajo. Saludos compañera de la copa y justa ganadora en nuestro encuentro. Un abrazo
Muy agradecida por tus palabras, compañero.
La obsesión por darle una trascendencia a su vida la convierte en una acumuladora por temporada que vuelve a reiniciar el ciclo en el cambio de estación que marca ese punto culmen con la caída de la castaña-Es un relato cíclico que encierra a la protagonista en un rizo de tiempo que la lleva a perpetuar su existencia en un sinsensentido que para ella está cargado de significado y simbolismo.
¡Qué bien analizas y comentas! Muchas gracias.
Un relato loco e interesante. Me gustan las historias diferentes, y esas compañeras de piso lo son.
Un abrazo grande, Edita!!!
Amí me encantan los comentarios como el tuyo. Muchas gracias.
Ante tanta soledad, la protagonista ha optado por convivir con las castañas y darle un sentido a su vida.
Original relato, Edita. Te deseo mucha suerte.
Besos apretados.
Me alegro de que te haya parecido original. Muchas gracias.
Ese intento de recolectar castañas antes de tiempo, es la metáfora de ese verse arrojada al mundo antes de madurar. Quizás se de lo que se ha recogido a menos que seamos capaces de salir del bucle y dar un paso más.
De incoherente nada, Edita, solo es un buen puzle para ordenar.
Un abrazo.
¡Qué gustazo leer tu interpretación, paisana! 😀 Muchas gracias.
El empezar de tu relato me ha recordado al gran Gila, con aquello de cuando yo nací mi madre no estaba en casa. Parece habitual imaginarse una infancia sin la figura paterna, pero sin la materna desde que respira por primera vez, se me antoja aún más dramático. Tu relato es desasosegador, en el sentido que te imaginas a la protagonista como una neurótica sin mucho más que hacer en esta vida que respirar, como lo hizo al nacer, sin madre, pero también sin ninguna obligación ni necesidad. Pero le ha buscado un sentido a su vida, aunque a los demás nos parezca una locura.
¡Cómo me gusto tu comentario! Qué acierto y qué honor la mención de Gila. Muchas gracias.
Muy bien narrada la conducta obsesiva de la protagonista que, a falta de un aprendizaje vital por sus circunstancias familiares, se encierra en un mundo que solo comparte con las castañas personificadas. Su discurso mental muestra que es consciente de lo que le pasa, aunque no pueda evitarlo… alcanzando una especie de equilibrio al filo de la navaja, a un paso de la locura. Enhorabuena.
Un abrazo y mucha suerte, Edita.
¡Oh, qué bien comentado! Con comentarios tan buenos, el relato parece mejor. Muchas gracias.
Las obsesiones siempre acaban siendo enfermizas y punzantes. Parece que ese padre, que debe ejercer también de madre, se ha excedido en la protección de la hija allanándole el camino en demasía, seguro que con la mejor de las intenciones. Ella, al sentirse sola, se vuelca en ese extraño y metódico afán de recolectar castañas, tratando de llenar con ellas el inmenso vacío en que está inmersa. Situación de la que es totalmente consciente, pero al parecer incapaz de sustraerse a la misma. Muy original y merecedora de reflexión tu propuesta, Edita. Suerte y un beso.
¡Qué buen análisis! Muchas gracias.
Enhorabuena, Edita. Una descripción perfectamente obsesiva de una obsesión absolutamente perfecta. Genial. Un beso.