608. EL EDÉN PERDIDO, de Cinco Ardillas
El ciervo corrió, perseguido por los destellos de un bosque en furor.
El unicornio voló, presto y sin temor, percibiendo el olvido de vírgenes y reyes.
Huyen los conejos de pelo gris por montes y ríos, escondiéndose del gnomo furioso, en un insulto incomprensible de verdes y rojos sin fin.
El suelo escurridizo se quebró en terrones movedizos sobre sus lomos y ojos sin luz.
Viendo morir al gorrión, el colibrí lloró.
Hoy, sobre tu lecho el cielo se secó, oscureciendo mi mundo con dolor.
Corre pequeño, corre.
Por nubes, puertos y montes que en el velero negro, llegó el terror.