600. CON OTROS OJOS, de Insecto Palo
Cuando vamos al bosque, mis amigos se parten conmigo. Salimos explorando el frondoso medio, enfundándome calcetines fucsia de mi hermana. Ríen, anécdotas mientras batimos enigmáticos senderos. Recordándome, aquella saliendo del vestuario para jugar a fútbol con indumentaria distinta, sin previa advertencia y el árbitro obligaba cambiarme para no ser del equipo contrario. Aprecian mis esfuerzos, con ese sentimiento puro que todavía está en nosotros. En otras, quedan perplejos, por ser capaz de distinguir el insecto palo aunque permanezca estoicamente quieto. Desde crío he sido muy observador. Puedo diferenciar el mimetismo prolijo entre especies, las inmensas tonalidades amarillentas del camuflaje de la polilla hoja o los perfiles en una mantis religiosa inmóvil en estriado tronco. Lo natural me hace libre. Contrariamente, la ciudad aturde voluntades por regueros caóticos, con complicadas encrucijadas. Soy daltónico. Primero pensaba que todos veían como yo. Mis padres creyeron que era anormal. Luego asimilaron que ese mal no residía en mi cabeza sino en una sencilla deficiencia de los ojos. Pero las dificultades nos empujan a superarnos. Y como Emerson Moser sería capaz de fabricar miles de tonalidades, aunque perciba sobre una paleta de fondos ocres.