599. EL ÁRBOL, de Bosque Milenario
Parcialmente oculto por otros gigantes verdes que habían visto muchas menos primaveras que él, se levantaba el árbol.
Ya estaba allí cuando las primeras incursiones procedentes del norte de África trajeron la guerra hasta la región, siendo testigo de mil y un cambios de señor de las tierras. La historia pasó de largo sin hacer más mella sobre su corteza que las arrugas que acompañan al paso de las eras. Testigo del devenir de los siglos, silencioso vigía del valle, nada pudo nunca quebrantar su férrea voluntad de elevarse hacia las alturas en busca de los rayos de sol.
Tan sólo la vigorosidad de sus bisoños vecinos dejaba un rastro de duda acerca de su dominio del terreno, si bien los años se encargarían de poner a cada uno en su lugar. Tal vez fuera que su simiente fue tocada por la fortuna, o bien que fue un elegido por los espíritus del bosque; sin ninguna sombra de duda, se trataba del dueño y señor del lugar, siempre rodeado por su corte de acólitos, prestos a preservarle frente a cualquier contingencia. Voluntades como la suya conformaban el bosque.