91. El marrón (Anna López Artiaga / Relatos de Arena)
Acepté el trabajo a sabiendas de que era una mierda. El contrato era temporal y no se especificaba horario. Tranquilo, dijo el de recursos humanos, usted solo tiene que estar disponible para cuando surja algún marrón. No debí poner buena cara porque añadió: ¿Usted quiere trabajar, verdad?
Firmé el contrato.
Esa noche, al ducharme, advertí una mancha en mi mano. La froté. Debía ser un lunar.
Pasé tres días en un despacho jugando al solitario, pero al fin, requirieron mis servicios. Gutiérrez, un cincuentón tembloroso, entró con los ojos enrojecidos. Yo le tendí un paquete de pañuelos y unos papeles que debía firmar. Le aseguré que aquello era una gran oportunidad: ahora podría hacer realidad sus sueños. Después le acompañé hasta la puerta. Cuando iba a estrechar su mano me percaté de que el lunar había crecido y, con gesto avergonzado, oculté la mía en el bolsillo.
Un mes después, cuando ya empezaba a aburrirme, me trajeron un dosier en el que se leía: Plan de Reestructuración. Lo abrí. Había doscientos veintidós nombres.
Una semana tardé en liquidar el expediente. La mancha ya me asomaba por el cuello blanco de la camisa.
Al día siguiente, me llamaron de recursos humanos.
Siempre hay alguien que tiene que hacer el trabajo sucio, lo que en Derecho se viene a corresponder con un testaferro, un ejecutor, un sicario, un verdugo, cuyo cometido es mancharse las manos en lugar de quien es el verdadero artífice del mal que causa. Por mucho que intente ser solo un frío instrumento, sin sentimientos, las personas nunca dejan de serlo y no pueden evitar terminar manchadas, cada vez más, hasta que ya se vuelve algo irreversible. Esa labor tan poco ejemplarizante ni siquiera garantiza impunidad, él también se ve atrapado bajo la misma rueda, como Robespierre en la Revolución Francesa.
Un relato sobre los límites que nunca deberían sobrepasarse. Toda acción, antes o después, tiene consecuencias.
Un abrazo y suerte, Anna
Nada más oscuro y marrón que el trabajo de deshacer los trabajos ajenos. Muy original esa mancha invasora.
Anna, fenomenal relato y paralelismo. Difícil tarea la de ese departamento. Suerte y saludos
Qué gráfico ese recurso narrativo de la mancha, y qué eficaz. Estoy viendo a ese hombre estupefacto e inerme ante ese oscurecimiento paulatino que se va extendiendo por su cuerpo como a un Dorian Gray con su retrato tatuado en la piel.
Me encanta el paralelismo que has utilizado, estupendo relato. Suerte y muchos saludos. Antonio
Muchas gracias, compañeros. Estoy totalmente desconectada y no había leído vuestros comentarios. Perdonadme, por favor. Y muchas gracias de nuevo.