557. EL BUEN HIJO, de Tejo Viejo
Hay un camino detrás de casa que se interna en el bosque, cruza entre las lápidas y se pierde en la maleza, como hizo mamá, que se fue cuando cumplí tres años porque ya no me quería. Yo siempre quise ir a buscarla, pero lo tengo prohibido por papá.
Una noche desobedecí. Caminé durante horas, entre siluetas negras de robles y tejos difuminadas por la bruma, hasta que unos jadeos extraños me llevaron a una casita de tela en el centro de un claro. Dentro había gente. Uno salió a gatas y al incorporarse y verme gritó aterrorizado. Corrí de vuelta más asutado que un tejón entre leones, me metí en la cama y me tape con las mantas hasta casi ahogarme.
A la mañana siguiente papa sirvió el desayuno: huevos, leche, mantequilla, pan recién hecho y carne, de nuevo teníamos carne. Él no dijo nada en toda la mañana, pero me miraba y sonreía satisfecho, cómo si supiera de mi primera correría nocturna mientras guardaba en el baúl la casita de tela desmadejada.
Una noche desobedecí. Caminé durante horas, entre siluetas negras de robles y tejos difuminadas por la bruma, hasta que unos jadeos extraños me llevaron a una casita de tela en el centro de un claro. Dentro había gente. Uno salió a gatas y al incorporarse y verme gritó aterrorizado. Corrí de vuelta más asutado que un tejón entre leones, me metí en la cama y me tape con las mantas hasta casi ahogarme.
A la mañana siguiente papa sirvió el desayuno: huevos, leche, mantequilla, pan recién hecho y carne, de nuevo teníamos carne. Él no dijo nada en toda la mañana, pero me miraba y sonreía satisfecho, cómo si supiera de mi primera correría nocturna mientras guardaba en el baúl la casita de tela desmadejada.