541. NIÑO SALVAJE, de Huellas del Camino
Gerard Wild solo tenía siete años, pero las circunstancias en las que había vivido le habían hecho madurar demasiado pronto. Ese día tenía muy claro lo que debía hacer. Abrió la puerta de su casa y se marchó hacia el bosque. Sus pequeñas piernas nunca habían corrido tan deprisa. Sin mirar atrás, siguió adentrándose en el entramado de árboles, huyendo de unos padres de los que solo conocía gritos, golpes y amenazas.
Cuando consideró que ya estaba a salvo se paró y, cansado de tanta travesía, se arrodilló para recuperar el aliento. Entonces pudo comprobar la naturaleza en todo su esplendor. Escasos rayos de luz entraban por los huecos que dejaban las hojas de los arboles, pero suficientes para poder ver a los pájaros revolotear por las ramas y a los animales pequeños moverse por las raíces buscando algo de alimento. Ya casi había olvidado por qué estaba allí. Las preocupaciones habían desaparecido.
Allí, arropado por el susurro de las hojas acunadas por el viento, acostado en un manto de hierba, y con un puñado de hojas secas como almohada, se durmió. Por primera vez en su vida, se sentía seguro. Ahora podía ser un niño.