524. REENCUENTRO, de Laurisilva 2
Allí seguía, inalterado en el tiempo, con apenas unas cuantas arrugas más en su piel como signo de mi larga ausencia, esperando pacientemente el momento de mi regreso para acogerme nuevamente bajo su protección, sin rencor alguno.
Un abrazo repleto de aromas de antaño evoca los recuerdos de un niño que solía descansar entre sus brazos, gigantescos y fornidos, mientras escuchaba el silbo cautivador que le inducía al sueño.
Sí, aquel maravilloso roble centenario seguía allí, donde el prado muere a la orilla del bosque.