523. LA VENTANA, de Encina 2
La ventana se convirtió en su torre del homenaje particular. La vista le regalaba un interminable e hipnótico horizonte; el olor, que llegaba en oleadas, resumía toda la grandiosidad del cercano bosque y los sonidos inundaban la habitación como si se tratara de una orquesta bien afinada.
Desde este estratégico lugar se domina todo el valle. El bosque de robles a la izquierda. En el centro, el arroyo muy caudaloso en esta época del año, con sus aguas limpias y saltarinas, añade un toque de alegría. Un poco hacia la derecha se puede admirar la parte más antigua del pueblo, concretamente unas casas altas, con tejados de pizarra negra que en días soleados, lanzan destellos al cielo orgullosas de seguir allí después de tantos años; a partir de allí se divisan los prados dónde sestean las vacas, dibujando imposibles formas geométricas deslindadas por las vallas de piedra levantadas con las manos y el sudor de sus propietarios durante años de paciente trabajo.
Los diez minutos que todos los días dedicó a disfrutar del espectáculo; por sí solos, hicieron que valiera la pena la visita a esta tierra y a esta casa rural.