500. EL VIAJE DE LOS RELATOS, de Manantial Brumoso
Atravesé el Atlántico en mi aeroplano de tela, y como iba al ras del océano parecía que era arrastrado por musas acuáticas que en la península ibérica tenían nombre. Soplaban Nuberos y Ventolines. Había leído en mi libro digital, formado a mano con hojas del árbol de luz, sobre la mitología cántabra. Llegué al bosque por mar; creí ver al hombre pez. Pretendiendo conocer las tierras de donde provenían los relatos, descendí al sur subiendo la montaña. Mientras caminaba entre los tejos alguien tiró una pedrada, lo adjudiqué al malvado Ojáncano o a travesuras de Trasgus. Al cruzar el río confundí libélulas con Caballucos del diablo. Encontré tendida en la hierba la corona de flores de la Anjana. Escuché la flauta del Musgoso. Supuse Ijanas robando miel de la colmena; un Trenti disfrazado de corteza. En la cocina de la estancia que me dio posada encontré las pequeñas huellas de harina del Trastolillo. Imaginé pero no vi criatura alguna. Cansado me eché a dormir y desperté con otros ojos, en otra Cantabria. De noche hubo fiesta, los susurros y las voces del bosque se dejaron escuchar. Las historias eran ciertas, pasearé en forma de fuego y lechuza con las brujas.