73. Aviso el día de Navidad (E. Cuesta)
Nadie se percató del cambio; alrededor de la mesa todos hablaban y gesticulaban con gran algarabía. El color de la cara de Eva pasó de su habitual sonrosado a azul cian hasta que su cabeza se desplomó sobre el plato de sopa. El impacto provocó que todos dirigieran su mirada al origen del terrible golpe, quedando mudos de asombro. El caldo y algunos fideos se esparcieron absorbidos por la trenza de Eva, que había quedado introducida en el plato mientras el resto del líquido se deslizaba gota a gota por el mantel. Los primeros en reaccionar fueron su hermano y su marido, sentados a derecha e izquierda, que levantaron su cara y comenzaron a zarandearla gritando su nombre. La madre lloraba desconsolada y los niños no encontraban dónde esconderse. Entonces, una voz les alertó desde la puerta del comedor:” ¿por qué gritáis?”, preguntó una Eva que regresaba del baño. Se produjo el segundo gran silencio de la noche, precursor del horror reflejado en sus caras al contemplar como la Eva azulada de la mesa se desvanecía y la otra caminaba dos pasos para dar, esta vez, con la cabeza en el suelo.