96. Arrebato azul Calamanda Nevado
Apoyé la cabeza en el hombro de la chaqueta azul de mi hermano y sentí una clavícula frágil que emitía un ruido hueco. Le resbaló por la boca algo de saliva, aparté la cara por temor a mancharme y me alejé de su cuerpo sonriéndole tristemente. Luego, mirándolo de cerca, me pareció solitario, mal conservado y apático. No le dije palabra, y aunque no me apeteciera pedírselo, estábamos solos en casa, lo invité a merendar. Mientras tomábamos café, queso azul y algo de fruta lo miré cómo si lo viese por primera vez. Comía ávidamente, casi sin detener los alimentos en la boca, un temor absurdo, un presentimiento, me quitó vigor; nunca antes, observándolo, fui consciente que una gran vena muy azul le surcaba el lado izquierdo del rostro y se le agarraba al cuello, dándole un aire como de sufrimiento y consumir sangre. Alguna vez, siendo jóvenes, a pesar de tomar el sol le encontré, después de beberse unos cuantos vinos tintos, las mejillas descoloridas y las ojeras muy azules. Siempre fue difícil de conducir y procuré evitar los comentarios y los encuentros.
-Menudo inocente estás hecho- le escuché de pronto-, ¡a ti te tengo que espabilar yo!-
-¿Entrenándome?-
Hola, Calamanda.
Espero que no se convierta en vampiro y le pegue un mordisco en la yugular.
Te mando un abrazo enorme de fin de año. A ver si el 2020 es mucho mejor que este 19 que termima.
Suerte, bonita.
Graciasss. La esperanza es lo último que se pierde…