23. Discontinuidades
La belleza del error, la línea recta que se quiebra en una curva. La nota que desconcierta en el pentagrama, como la nariz de Juan, ese mascarón de proa que se me acercó un día enarbolando un soneto de Quevedo en pleno rostro. Me abordó en la parada del bus para preguntar por una calle. Hube de recular. Tomar distancia, evaluar esa cara de belleza intermitente partida por la mitad, calibrar el encaje de sus partes, ubicar en mi mapa mental el lugar deseado para decirle que no, que no sabía dónde quedaba, pero que cerca había un café donde tomar algo. Jamás dimos con la dirección en cuestión, aunque esa misma tarde exploramos territorios personales guiados por dos brújulas apuntando idéntico rumbo. El problema de las brújulas es que, pasado un tiempo, se desnortan. Hoy la suya se orienta opuesta a la mía y yo aprieto la mano de mi hija (nuestra hija), mientras observo la alegría de su semblante al pasar por casualidad por esa misma calle que años atrás desvió mi camino, como la curva que quiebra la línea recta, como la belleza del error.
La belleza no tiene por qué centrarse en los cánones clásicos, en las proporciones. Un apéndice nasal desmedido puede tener atractivo si su dueño consigue congeniar con una persona a la que, por algún motivo, le cambia la vida, que transforma en algo compartido que avanza en una misma dirección. El tiempo quita y da razones, él es el verdadero juez, quien, con la convivencia e inevitables roces, convierte en martirio lo que fue dicha plena, o eso parecía, cuando quizá solo se trató de un espejismo.
Una historia de desamor con cuidado lenguaje.
Un saludo y suerte, Mikel
Dicen que, de forma natural, encontramos más bello el rostro que tiene alguna imperfección, que no es totalmente simétrico. Así pasa también con la vida, que son los accidentes, las curvas inesperadas, las que le ponen sal y pimienta. Ese es el tipo de belleza al que tu aludes en tu relato, pero no estoy segura de que proceda de un error. Más bien el error sería buscar la perfección, la simetría absoluta, la recta infinita que nunca se cruza con otra. Tu relato me sugiere varias lecturas, pero me quedo con esta.
Suerte y abrazos.