40. El abuelo de Antón
El abuelo de Antón.
El rostro surcado de profundas arrugas es testigo de la dureza de una vida a la intemperie y del paso del tiempo.
Cincuenta años labrando la tierra dejan unas manos ásperas y curtidas, de dedos gruesos y encorvados por la artrosis.
Tiene setenta y cinco años pero aparenta diez más.
Unas gruesas lentes le permiten ver y moverse con holgura.
Ayer le diagnosticaron cataratas y una incipiente sordera.
Siente impotencia y rabia.
La expansión de su círculo se va cerrando hasta ahogarle. Jamás se rinde.
Le queda la coherencia de la palabra y un corazón juvenil
Después de la siesta, pasea con su perro durante una hora y luego, desgrana el tiempo muerto hasta la hora de dormir viendo películas del oeste, al tiempo que saborea las galletas de toda la vida y un vaso de leche caliente con cacao.
Lleva una vida sencilla
Acaricia a Antón con sus ásperas manos, temeroso de lastimar su delicada piel.
El pequeño le mira arrobado y jugueteando con su bastón le abraza.
-¡Eres el abuelo más guapo del mundo! -Susurra
El corazón se le enternece. Deja de cumplir años. Nada más importa. En el olvido queda su fatigoso pasado.
Precioso homenaje a esas personas que pasaron toda su vida trabajando la tierra…
Gracias, Jesús
Recordar a nuestros abuelos y lo que han aportado a nuestra vida es importante.
Un abrazo