437. UNA TARDE CUALQUIERA, de Sendero 4
Las grúas se ven a varios kilómetros de distancia: una nueva urbanización. Conduzco en la misma dirección cuatro veces al día desde hace ocho años y, por primera vez, siento la necesidad de pisar el terreno. Aparco el coche en una pista forestal al lado del segundo desvío. Empiezo a caminar por el sendero fijándome en las ramas de los árboles y en las piñas caídas en el suelo. Un paso y luego otro me alejan del ruido del tráfico. Por unos momentos, sólo silencio. Luego una rama cruje y se rompe, y a mis oídos llegan a tropel diferentes sonidos que no llegó a identificar. Quizá el canto de un pájaro o el movimiento arrastrado de un reptil. El bosque es poligloto.