50. WINTER
Tenía yo 14 años cuando entró en mi casa el tocadiscos. En el camino al colegio había una tienda de música donde me paraba muchas veces con la nariz pegada al escaparate. Me gustaban las portadas de las cajas con varios vinilos, sobre todo la Flauta Mágica. Entré en el local donde una señora muy mayor me miró sonriente desde detrás del mostrador. Le calculé 40 años. Dije que quería un disco de música clásica pero que al no haber oído nunca nada de ello me ponía en sus manos. Extrajo de la estantería uno con nubes bajo un reluciente cielo azul, afirmando cariñosamente que me gustaría. En casa lo analicé: The Four Seasons. En el colegio nos enseñaban francés por lo que no entendí su significado. Vivaldi leí en grande. Con cuidado coloqué la aguja y comencé la maravillosa audición hasta que llegó el segundo largo del Winter (posteriormente conocí su traducción). Quedé extasiado. A ese primer disco siguieron muchos otros. Después de tantos años, hoy es el día en que, para mí, esa segunda parte del Invierno de las Cuatro Estaciones de Vivaldi es la pura y sencilla definición de la belleza.
Aunque prefiero el Presto de la tercera parte del verano (a qué negarlo, eso es puro rock&roll), tu relato (¿autobiográfico?) me ha devuelto el sabor de momentos que jamás volverán.
Gracias por ello, Pablo.
8 (notable alto).