106. El trayecto
Fue una casualidad de esas que a veces vienen a importar más de lo normal. Él estaba en una de sus mesas habituales con esas copas vespertinas que acababan llevándole a casa con el sabor de importar todo menos.
Todavía tenía el sentido del oído fino como para escrutar la conversación de unos tertulianos cercanos. Hablaban de las cosas estéticas que más les habían impresionado.
Alguno nombró “Los templos de Khayuraho”, que no le sonaban de nada. Otros dos nombraron a ”Las meninas” y al “Taj Mahal” y le hicieron aplaudirse un tanto por dentro.
El cuarto se fue por otros derroteros, no había visto nada que le sedujera más que un árbol concreto. Los demás quedaron tan perplejos como él. Tal así que le pidieron todos los detalles para poder encontrarlo.
Lo apuntó todo en su cabeza y no bebió más para no olvidar.
Al día siguiente, salió hacia allí de bien madrugada con un ansia incontrolable.
Cuando llegó a él, pensó que poco era lo escuchado, jamás sus ojos se habían posado en algo tan maravilloso.
Le dio rabia no haberlo visto antes, pero le alegró que fuera lo último de su camino.
Cuando una persona ha alcanzado la desesperación solo pueden pasar dos cosas: que algo externo modifique sus circunstancias o le haga luchar contra los obstáculos y contra sí mismo; o, por el contrario, que termine por hundirse del todo.
La conversación que tu protagonista escucha en un bar por la mañana, cuando desde temprano se embriaga para sobrellevar la existencia, en lugar de transmitirle un renovado gusto por la vida y por la belleza, no hace sino darle una idea para que un hermoso árbol pueda servir para atar una soga y terminar con todo de una vez. En su favor, hay que reconocerle cierto estilo, aunque también y mucho ,más. reprocharle que tire la toalla en lugar de superarse y crecer, que sería lo ideal, pero cada uno es cada uno y el personaje tiene claro cuál ha sido su trayecto y cuál ha de ser su final.
Un relato sobre la desesperanza absoluta.
Un abrazo grande, Javier. Suerte
Gracias, Ängel. Tú comentario se agradece, además es claro y preciso. Una pena cuando se tiene tan claro. Solo decide irse por la puerta grande.
Mil abrazos, amigo.