108. Vivir entre fariseos (Yashira)
Necesitamos compañía física, y atraemos a seres que, si los viésemos con los ojos de la verdad, no los querríamos a nuestro lado. Pero en esa carrera loca contra la soledad, a la que nos lleva el miedo, les permitimos entrar y quedarse. Así llegaste a mi vida.
Te abrí las puertas de mi alma, mi corazón puse en tus manos, fingí no ver tus rechazos, día tras día, la venda que coloqué en mis ojos, la apretaba más fuerte, para que ningún resquicio de realidad empañara nuestra vida.
Pero de tanto apretar se rasgó. Un día, de tan rota que estaba la armonía, estalló en mil pedazos. Aquella belleza perfecta, fingida, no soportó tus gritos ni mis sollozos.
Podemos tratar de no ver, callar, no escuchar, pero ¿Durante cuánto tiempo? La venda cae, la mordaza ahoga y los tapones estorban. Y mientras tanto, nos piden que nos mantengamos fuertes, que seamos coherentes y caminemos como si nada estuviera pasando. No salgas a la calle a mostrar tus miserias, la ropa sucia se lava en casa, es normal que un día algo falle, pero aguanta, sufre, calla, no enturbies la paz general, mantengamos limpia la ciudad.