399. CARTA DE AMOR, de Quiróptero en la noche
El último otoño debió transcurrir en blanco y negro, pues no recuerdo haber percibido los colores. ¿Te lo imaginas?
Tampoco hubo quietud durante este invierno, ni fue excitante la primavera.
Rodolfo, el guardabosque, no volvió por el alcornocal, desapareció sin dar explicaciones o consuelo. ¡Pobrecillo! Quizás tampoco él pueda soportar venir aquí y no verte.
También le echo de menos, ¿sabes? ¡Aunque no tanto como a ti, claro! Incluso añoro aquellos ronquidos que amenizaban sus siestas. Hasta donde me alcanza la memoria siempre las durmió aquí, acurrucado entre los dos, protegiéndonos a la vez que se sentía protegido.
¿Te acuerdas de las historias que nos contaba? A mi me daban miedo pero tú disfrutabas tranquilizándome porque, en el fondo, nunca te las creíste del todo. Pensabas que exageraba cuando afirmaba que las explosiones lejanas eran disparos de cazadores y los chirridos procedentes del pinar el sonido de motosierras.
Pero ya ves, tenia razón. Me pregunto porque no apareció ese día, era el encargado de proteger nuestro alcornocal. Te habría salvado.
¿Le habrá ocurrido algo grave? Ni siquiera volvió para recoger la hamaca y se le está estropeando en el suelo.
Es normal, sin tu presencia aquí ya nada se sostiene.
Pobrecillo, te has quedado sin comentario. Pues que sepas que eres el que más me gusta de los tres que he escrito.
Suerte en tu singladura.
El autor.