396. La Anjana del Bosque Cántabro, de El Hada Polvorilla
Desde el más pequeño al más grande, de todos cuido.
Del pequeño gusanillo…Vueltas, vueltas… ¡Qué mareo!… No me atrevo a abrir mis ojos… Tiemblo al pensar lo sucedido. La hojita era verde, tierna, no tendría que haber caído. Me sujeto como puedo, miro… Mi improvisado barco choca contra una roca del río, y sin más preámbulos me zambullo, mi cuerpecito frío se hunde, me resigno a mi suerte.
El calor llega de dentro, y miro sus ojos, brillantes, azules como el cielo, sonríe y me deposita en el suelo.
Del asustado conejillo… ¡Mamá, mamá, muévete!, tienes que correr… Mi cuerpo se pinta de rojo y mi madre no se mueve, tengo hambre y oigo retumbar mis oídos con sonidos desconocidos. Un golpe seco, y el suelo se precipita contra mi hocico. Duele, duele mucho… se derrama mi vida entre las piedras.
Una presión cierra la herida y sus ojos claros iluminan mi miedo, mi soledad, el calor llega de dentro y me duermo en su regazo.
Estoy seguro de haberle dado, ¡maldita rama! qué arañazo… ¿Qué ocurre? Todo está frío, oscuro… Esos ojos tan claros… el frío llega de dentro… ¡Mejor me largo!
Hasta el cazador ha sido salvado…