393. FUERA DE LA CIUDAD, de Tejo 3
Los pies, mientras corría, iban pisando las hojas, las ramitas tiradas en el suelo, los charcos, las hormigas, las bayas..
Sus dedos señalaban todo lo que podia llegar a ver, el árbol más alto, el más grueso, el pájaro que salía volando, aquella seta de llamativos colores…todo. Pero lo mejor era ver su cara, con esos colores de fruta madura, oir su risa, y saber que nunca olvidaria aquel momento, como tampoco lo haría yo, de ver por primera vez, de sentir por primera vez, los olores de los árboles, el tacto del musgo, el sabor de las metras recien cogidas, sin lavar, y el ruido arrullante del viento entre las ramas de ese bosque, el primer bosque que visitabamos, en nuestra primera salida fuera de la ciudad.
Sus dedos señalaban todo lo que podia llegar a ver, el árbol más alto, el más grueso, el pájaro que salía volando, aquella seta de llamativos colores…todo. Pero lo mejor era ver su cara, con esos colores de fruta madura, oir su risa, y saber que nunca olvidaria aquel momento, como tampoco lo haría yo, de ver por primera vez, de sentir por primera vez, los olores de los árboles, el tacto del musgo, el sabor de las metras recien cogidas, sin lavar, y el ruido arrullante del viento entre las ramas de ese bosque, el primer bosque que visitabamos, en nuestra primera salida fuera de la ciudad.
Bonita historia, no se puede vivir lejos de la natura.