343. A LA BUSCA DEL DÉBIL, de Niebla
El valle estaba cubierto por un manto blanco oscuro de niebla intensa. Lloraban lágrimas finas sobre las copas de los pinos. Se intuían las cumbres nevadas pues el ojo de los humanos solo alcanzaba unos pocos metros.
Reinaba un silencio casi absoluto. Había en el ambiente una paz inquietante.
Tres cuervos volaban zigzagueantes de copa a copa. Tan ateridos estaban de frio que sus picos producían un continuo repiqueteo, y el negruzco plumaje estaba cubierto por una fina lámina de hielo que hacía más difícil el vuelo.
Graznaban sin interrupción; otras aves parecían responder al sonido de los córvidos.
Cumplían una misión que les había encomendado el alcaide de la Comunidad Pajaril. Se había detectado un contingente importante de humanos que se encaminaban hacia el monte armados hasta los dientes.
Las circunstancias de aquel crudo invierno hacían a las aves una presa fácil. Apenas tenían fuerzas para volar. Llevaban días sin comer. La vegetación cubierta de blanco no proporcionaba ningún camuflaje.
La matanza sería digna de una repugnacia sin límite.