337. LOS VERSOS DEL ÁRBOL, de Duendecilla
No era un día de esos de pasear. El cielo gris y aquel viento húmedo sólo querían decir una cosa, iba a llover. Caminaba por el sendero de tierra roja que se adentraba en el bosque. Cuando llegó a la altura del riachuelo, giró a la izquierda. Por ese lado del bosque estaba lleno de árboles desnudos, con las ramas mirando al cielo como suplicando una manta para el frío. El sendero se desdibujaba cubierto por miles de hojas que creaban un manto amarillo y rojizo. Y allí estaba, lo había encontrado. A escasos metros había un árbol cuyas hojas no se habían caído y que lucía en todo su esplendor. Al acercarse a contemplarlo de cerca, vio que tenía un hueco pequeño donde seguramente vivía algún animal del bosque. Sin pensarlo dos veces, metió la mano y para su sorpresa encontró un papel medio arrugado. Lo estiró y al ver que estaba escrito se sentó a leerlo:
Bebo de tu aliento cada mañana y sigo teniendo sed.
Como de tu alma cada noche y sigo teniendo hambre.
Vivo de tu esencia a cada instante y sigo sintiéndome morir.
Sueño con tu gran cuerpo y sigo sin poder dormir.
me gusto la «historia» bien plantada… y la personalización de los arboles suplicando «abrigo»… los versos están también bien logrados