86. DIEZ (J. L. Chaparro)
Diez años intentando olvidar, diez años de pesadillas, diez huidas hacia diez destinos diferentes en diez ciudades distintas…
Ahora, una extraña coincidencia me llevaba hasta el cobertizo de la antigua granja donde él permanecía recluido, a diez kilómetros de la ciudad, tras ser declarado inocente de todos sus crímenes después de diez meses de juicio.
Lo encontré de espaldas a diez metros de mí, inclinado hacia delante frente a una mesa quirúrgica junto a una estantería con diez botes de cristal que contenían aquellos diez pares de ojos, sumergidos en un líquido transparente. Recordé cada una de las diez veces que deslicé mis dedos para cerrar los párpados de aquellas chicas.
Bastaron diez litros de gasolina y diez minutos, para que aquel monstruo y todos sus trofeos quedaran reducidos a cenizas, como si nunca hubieran existido.
Si existe una cifra redonda, a la vez que terminante, es el número diez, la primera que requiere dos dígitos, la que abre la cuenta de lo que puede seguir hasta el infinito. La vida de este dañino personaje ha estado marcada por ese número, era lógico pensar que su final también tendría que estarlo.
La violencia nunca debería tomarse como una solución, pero en este caso concreto, en que la justicia de los hombres se vuelve tan garantista que se convierte en injusta, no sentimos deseos de hacer muchos reproches al ejecutor de este monstruo, que tan bien le conocía, porque intuimos que ha evitado que llegase a coleccionar su víctima once, algo que no se debía de consentir, por mucho que fuese capicúa.
Me alegra tener la oportunidad de leer tus buenas letras por aquí, después de haberlas disfrutado también en las ondas.
Un saludo y suerte
Gracias por tan buena acogida, Miguel Ángel.
Es cierto lo que comentas: creo que en todo ser humano late la misma cantidad de violencia, solo que algunos pueden controlarla y otros no. Ese descontrol puede llevar al uso de una violencia gratuita o solo por placer y por el contrario, a la utilizada como último recurso ante la injusticia. Pero no olvidemos que solo se trata de ficción.
Un saludo y buena suerte.
Perdón, Ángel.
Se me fue el pensamiento a un amigo y te añadí el «Miguel».
Muy bueno, este micro José Luis. Parece que este protagonista quedó obsesionado con ese número, como si de una maldición se tratara. Mucha suerte. Saludos.
Muchas gracias, Lana.
El diez estaba presente en toda su existencia.
Saludos.