96. LA CARTA INFINITA (Javier Puchades)
Querida mía, tan solo puedo respirar cuando te escribo.
Otra tarde, entro en el café. Me dirijo al fondo, donde los espejos que decoran las paredes juegan al escondite con nuestros recuerdos. Sobre el frío mármol coloco el papel y la estilográfica que tú me regalaste.
Sin mirarla sé que la camarera me observa. Entonces, se desabrocha un botón más de la blusa. Espera a que levante la vista y le lance una sonrisa para poner en marcha la cafetera.
Desde mi posición oteo la mesa donde nuestras manos llenaban nuestros silencios. La pasión no necesitaba palabras, solo miradas.
El repiqueteo de las fichas de dominó altera mis pensamientos y, en ocasiones, emborrona estas caricias escritas para ti. De vez en cuando, el eco de alguna risa me desordena el corazón, como si escuchase la tuya. Vigilo la puerta, por si se produce el milagro y apareces. De nuevo, esperando tu regreso, dejo enfriar el café. Tal vez, en algún momento logre que el amargo sabor de tu ausencia deje de ahogarme el alma.
Doblo la cuartilla y la introduzco en un sobre, que guardo en mi cartera junto a los otros que te escribí. Sin destinatario. Sin remitente.
Que la escritura es un desahogo es algo que queda claro en la hermosa frase inicial, para conservar, sin duda. Después se confirma al final del relato. Ese «Sin destinatario. Sin remitente», dan cuenta de la terapia que supone el solo hecho de emborronar un papel con pensamientos, o la pantalla de un ordenador. Se trata de algo no muy diferente a cuando alguien acude a la consulta de un psicoanalista, que solo por el hecho de ser escuchado ya se siente mejor, eso le ocurre a tu protagonista.
Un relato con un título atrayente y que es un homenaje, de alguna manera, a la literatura, a quienes sacan de sus entrañas lo que tienen porque lo necesitan. Si, además, cuentan con un destinatario, sería más satisfactorio aún, pero en todo caso algo consigue, si no, no lo seguiría haciendo.
Quizá, algún día, una vez pasado el periodo de dolor por esa ausencia, componga unos poemas para esa camarera que parece mirarle con buenos ojos. La literatura siempre es útil, de una forma o de otra.
Un abrazo y suerte, Javier
Ángel, muchísimas gracias por tus palabras.
Un abrazo enorme.
Para que todo lo que nos hiere por dentro deje de doler, lo mejor es escribirlo y sacarlo fuera. Cuando la timidez impide a un enamorado expresar todo lo que siente por su amada, las palabras que no le puede decir las escribe en una carta infinita, ya que nunca se atreve a enviarla. Prefiere coleccionar sus sentimientos esperando encontrar un día el valor que necesita.
Lo has contado de manera muy bella y delicada. Excelente relato, Javier.
Te deseo muchísima suerte, a ti y a tu enamorado.
Besos muy muy apretados.
Pilar, muchísimas gracias por tus palabras y tus deseos.
Besos y muchos.
Relato que fluye muy bien, Javier. Capturas al lector desde el principio y generas expectativas dosificando la información. Un protagonista que persigue el recuerdo de la persona amada para poder respirar y mantiene su ritual de esperanza. Pero que mantiene sus constantes vitales (como muestras con el personaje de la camarera). Lo rematas con un final que deja un efecto duradero en el lector. Enhorabuena.
Un abrazo y mucha suerte.
Me encanta la primera frase: le duele tanto la ausencia que solo puede respirar y escribir. Un abrazo y suerte, Javier