274. LA VOZ DE ESE PAISAJE, Mariposa Libre
Hoy han dicho en las noticias que el mundo se acaba mañana.
Ya no había prisa, ni motivos para preocuparse o sentirse avergonzado.
Las facturas pendientes sobre la mesa y el desorden no tenían importancia.
Mi acostumbrada soledad volvería a ser testigo de lo que sucediera, a mi lado siempre, tolerándome hacer memoria de otro tiempo en el que existir era feliz.
Cerré los ojos y rememoré aquel lejano amanecer, viendo el despertar de los Cerezos en Flor.
Era como si un manto de nieve se hubiera posado sobre los árboles, la suave luz, del sol naciente, pincelaba los huecos de las ramas, disfrazándolos de ángeles.
El aire traía su perfume dulce y generoso, como una ofrenda a los sentidos, aleteando por mi pelo, dejándome gozar de la esencia de su aroma.
El silencio daba paso a un cortejo de jilgueros levantando el vuelo, bajo un cielo inmaculado que abría el camino del horizonte y llegaba a confundirse con aquellas hectáreas de belleza.
Con la visión divina, de aquel bosque inolvidable, que albergaba en la memoria, abrí los ojos, y ante mí aparecieron los edificios altos y la espesa bruma urbana.