265. ELUARDO, de Moral
Eluardo lo dijo sin recordar que tenía poderes. Duende insensato. ¡Nunca se lo perdonaría!
—Papi, quiero una luciérnaga nueva.
—Cuando el sol haga florecer los almendros, cariño.
—¡No! La quiero ahora. Todos mis amigos tienen una luciérnaga azul. La mía está pasada de moda…
—Anabela, tu mascota se pondrá muy triste si la cambias por otra.
—Voy a ser el hazmerreir de la pandilla. Necesito la luciérnaga azul, ya.
—Eres caprichosa e insensible. No mereces ser un duende si piensas así.
—¡No saldré al bosque sin mi nueva luz azul!
—¡¡Como desees!!
Y sus palabras sellaron los oídos de la pequeña, desdibujaron sus ojos y difuminaron su figura con un destello cobalto, ondulante: un mar turquesa sin fondo. Centelleó una viscosa luz celeste y se movió, en torno a los pies del arrepentido padre, el insecto fosforescente más brillante que jamás había visto.
Desde entonces, Eluardo camina por el bosque con su nueva luciérnaga azul: la envidia de la chiquillería, la pena de un duende furioso y justiciero.
Gracias a la organización por colgar mi relato. En el mail se me olvidó poner el título, era «La luciérnaga azul». Espero que a los lectores «Eluardo» les llegue, les conmueva o simplemente se alegren de haberlo leído.
Es bueno, imaginativo y colorido. Sí me alegró.Aunque no lo dijera antes.