46 ERA TODO TAN HUMANO
La modista acaparaba la atención, de forma paritaria, de las mujeres más bellas y de los hombres más elegantes. La vanidad lograba abducir al ser humano sin discriminación. Sus creaciones eran imitadas hasta la saciedad y cada temporada era el centro de todas las miradas. Tanto de furiosos que criticaban el derroche oculto tras la fachada de la industria textil (una simple camiseta de algodón requería consumir 2.700 litros de agua y adormecer las explotadas manos infantiles), como de esos enamorados de desfiles de alfombra roja.
Extenuada por infinitos diseños, al atardecer, se dejó abrazar por un sopor dulzón. Su mente se despejó como si se abriese el Mar Rojo y elucubró sustituir esos tafetanes pálidos por tejidos confeccionados con angostas tiras de papel arrancadas de páginas de novelas que se amontonaban en su biblioteca. Aprovecharía esos libros que la gente relegaba, por esa moda de leer en pantallas digitales. Así, evitaría los furibundos reproches de los activistas. Además, los mimos que simulaban ser estatuas pedigüeñas en tantas plazas turísticas, se convertirían en sus maniquíes y expondría en escaparates al aire libre. Las bibliotecas quedarían desnudas.
Al día siguiente, despertó decidida a diseñar un vestido original: comenzó deshojando a Stephen King.
La verdad es que hace un tiempo tu relato parecería una distopía o un disparate imaginativo, pero viendo lo visto y en espera de la «nueva normalidad», no sólo no me parece una distopía, sino que creo que puede ser una opción más.
Muy bueno tu relato, amigo Paco.
De todas formas, creo que estás dando muchas ideas. Ya veremos si no consigues que la industrial textil haga una OPA hostil a librerías, bibliotecas y clubes de lecturas. Jejeje.
Un gran abrazaco.
Todo es muy distópico. Sobre todo, las opiniones de gente que vive enfrentada a la forma de vida que lleva su vecino. Menos mal que los libros nos muestran que nada de lo que nos ocurre es tan novedoso como parece. Recuerdo una película que hablaba de una glaciación y para calentarse se encerraron en una biblioteca. Se regodeaban, los supervivientes y encerrados, del poder calorífico de los clásicos. Arden de maravilla, no pasan de moda.
Cuidado, con los abrazos, ahora se llevan más los codazos. Muchas gracias, Isidro.
Otro abrazo inmenso.