250. DE NINGUNA PARTE, de Saúco
Escupidos por el mar, yacían náufrago él y su barco en una playa desierta.
Arremolinados frente al zozobrado, resolvieron llevarle en una hamaca de hilos de cáñamo, hacia el denso bosque de la isla. Tenía el cuerpo magullado, lleno de heridas, cortes que sangraban copiosamente. En un estado continuo de duermevela, causado por los fuertes dolores, percibía lejano el vaivén sigiloso de unos hombres ágiles y silenciosos. Le curaban con emplastos vegetales de la selva y rituales de ayahuasca. Nunca vio a sus sanadores, atontado por el efecto sedante de la passiflora.
Un día sin fecha, se despertó robusto, en el velero recompuesto, lleno de provisiones, en medio del mar, rumbo a las tierras de las que había venido.