54 Viaje a la luna
Selene era alguien muy especial para mí. Demasiado real para compartirla con alguien más. Por eso decidí cobijarla en un cobertizo que encontré en la ladera del monte y lo acondicioné para que viviera cómoda. Le llevaba la comida todos los días y pasamos juntos muchas horas, la mayor parte de ellas amándonos. Cuando yo no estaba con ella, se dedicaba a leer, a escribir, a inventar historias de hadas y duendes. Me contaba cuentos magníficos y creo que de vez en cuando no distinguía la realidad de la ficción.
Me dejó un día de primavera al atardecer. Llevaba días confeccionándose un vestido con las plumas que había encontrado en el bosque, y en el pelo se había pegado con la resina de los árboles mariposas de todos lo colores. Estaba bellísima, pero me entró un miedo horrible cuando miré dentro de sus ojos. Entonces sin decir ni una palabra aleteó las pestañas y comenzó a elevarse, las alas y el plumaje hicieron lo demás.