73 Hábitos
Me pongo sin pensar los pantalones de cuero y las botas negras de combate. Pero dudo entre la camiseta de Iron Maiden y la de Judas Priest. La segunda, decido, que tiene las mangas más cortas y deja ver mayor cantidad de tatuajes. Atuso mi barba, me suelto la melena y salgo de la habitación. En el comedor todos esperan sentados a la mesa, si bien entro sin mostrar prisa, con los auriculares puestos y mascullando un saludo. Noto al sentarme el malestar de mis padres. El semblante de rechazo de mis tíos. La admiración boquiabierta de mis primitos. Únicamente mi prima Lorena, ocupando la cabecera opuesta, parece indiferente a mi llegada. Quizá más adelante, durante la comida, nuestras miradas se crucen de forma deliberada. Puede que incluso intercambiemos alguna sonrisa. Pero ahí quedará todo, o casi todo. Fuera de aquí nuestros mundos tienen poco en común. Aunque sí lo bastante para que exista entre ambos cierta complicidad. Sólo yo sé, por ejemplo, que sus diversiones no van a juego con su uniforme del colegio mayor católico. Nadie salvo ella sabe que posiblemente yo ahora esté escuchando a Mecano.
Dice un refrán que «el hábito hace al monje», pero no siempre es así, por eso hay otra máxima que enseña que «las apariencias engañan».
La rebeldía aparente de tu protagonista queda del todo suavizada con la música que escucha, al tiempo que las acciones reales y poco conocidas de su prima poco tienen que ver con su indumentaria oficial. Ambos lo saben, no así los demás. Algo nos sugiere, también, que quizá están más cerca entre ellos de lo que puede parecer, si hacemos caso a otro refrán (para todo hay uno): «Los extremos se tocan».
Un relato que huye de todos los tópicos es un relato original, que, como no podía ser de otra forma en tu caso, merece mucho la pena.
Un abrazo y suerte, Enrique
Me encanta la valoración, tan concienzuda, qué haces del relato, Ángel, por no hablar de tu análisis del contenido. Estos dos personajes, de hecho, son muy jóvenes y supongo que sus personalidades aún están por definir. Tu modo de ver la situación les deja mucho campo para el cambio e incluso para el acercamiento. Deseo para los dos una evolución muy provechosa. Muchas gracias, amigo. Un fuerte abrazo.
Hola. O sea, que podría entenderse que los tatuajes y camisetas de tu personaje sean sólo una pose ceñida la tribu urbana (¿aún se habla en esos términos?) a la cual pertenece, aunque sus gustos sean, digamos, más variados.
Buen contrapunto lo de la prima, por cierto, para mostrárnoslo desde el otro ángulo. Me recuerda esos video-clips de Motorhead o Van Halen, donde colegialas y profesoras estaban deseando ‘soltarse la melena’ y mostrarse tal y como eran realmente. Rock y rebeldía siempre han ido de la mano.
Bueno, pues digamos que vivo en zona heavy y, aunque a alguien le sorprenda lo que voy a decir, resulta que tus personajes me resultan familiares, hasta el punto de que les podría poner nombre y apellidos.
Pero es que te estás refiriendo a una época y una juventud concretas, a tenor de las bandas que mencionas, y lo que mucha gente no sabe es que, en aquel tiempo, los chavales eran como esponjas y se pulían todo lo que caía en sus manos sin tener que dar explicaciones a nadie. Los medios eran los que eran, pero aún así, eran mucho mejores que ahora. Había una cultura musical más amplia e incluso diría respetuosa.
Incluso conozco profesores de música que, de chavales, se matricularon en el conservatorio por influencia de tipos como Richie Blackmore, por citar un ejemplo.
Pero no nos engañemos: quien era de Maiden lo era hasta la médula y 40 años más tarde lo sigue siendo, por mucho Mecano que escuchara, y de eso puedo dar fe.
Un abrazo y que te vaya bien con el relato. A mi modo de ver, lo tiene todo. Y además, es valiente.
Muchas gracias por tu generoso comentario, J. Ignacio. Esto de escribir microrrelatos te hace cambiar de tema con más frecuencia de la que las propias vivencias pueden respaldar. Lo que es más bueno que malo en mi opinión, pues pienso que en el proceso de crear un personaje siempre hay algo de aprendizaje. Musicalmente me ha gustado casi todo desde siempre, incluido el heavy metal, pero tan desconocido me es el mundo de sus seguidores como el de los pijos. Cualquier parecido de estos personajes con la realidad, pues, es fruto de la coincidencia, o de esos aspectos que nos hace tener en común la condición humana. Como no está explicado en la historia, lo del protagonista podría ser, como bien dices, una pose, aunque también una contradicción o simplemente un estado de indefinición transitoria en el que ese roll le da cierta seguridad frente al exterior. Me alegra mucho tu valoración y también que leerlo te haya provocado esta grata e interesante reacción. Saludos.
El protagonista se ampara en la rebeldía de su imagen para mostrar una dureza que no siente. Sus gustos musicales así lo confirman. Su prima parece el reverso: su aspecto modoso y tradicional esconde su verdadera personalidad.
Juegas con la indumentaria de los personajes para definirlos socialmente y para mostrarnos la paradoja de su esencia. Aunque opuestos en apariencia, los dos son cómplices de esta contradicción.
Sus hábitos, en esta ocasión, no hacen al monje. Tu planteamiento es original y está lleno de antítesis y paralelismos, Enrique. Mucha suerte con el relato. Un gran abrazo.
Me temo que no seré original si digo que tu comentario enriquece mi historia, pero es que en este caso es totalmente verdad. Me gusta además que te parezca original, pues creía haber caído en tópicos. Sea como sea, tu análisis del texto es de esos que hacen que uno intente esmerarse al escribir el siguiente relato. Muchas gracias por todo, Carmen. Un fuerte abrazo.
Hay edades en las que hay que mantener la pose aunque a veces no concuerde con la verdadera naturaleza del individuo. Son tiempos duros…Los primos juegan muy bien a la indiferencia aunque ambos saben lo que de verdad esconden y están unidos por la complicidad del secreto. Buen relato, Enrique. Un abrazo fuerte.
Así es, Aurora. Estas situaciones pienso que tienen mucho que ver con la edad y sus circunstancias. A veces el solo hecho de pertenecer a un grupo te puede hacer sentir que eres alguien o algo, y no esa amalgama de indefiniciones e inseguridades que es la adolescencia. La vida luego te puede llevar por otros caminos, pero también es verdad que hay muchos que se quedan en aquel lugar, seguros y felices. Nada como acertar a la primera, jajaj. Otro fuerte abrazo para ti.
Tu relato Enrique es tan canalla como simpático, te saca esa sonrisa burlona pero también cómplice con su protagonista, aings si la prima supiera… Te deseo mucha suerte! Besicos, Bea.
Muchas gracias, Bea. Sinceramente, he tardado en darme cuenta de ese aspecto canalla del relato. Y podría ser que hasta alguien se sintiera molesto tras su lectura. En cualquier caso la actitud de sus personajes (y esto va para los que al contrario que tú encuentren en ella algo ofensivo) para mí no es generalizable. Solo he querido exagerar un poco algo sí general como es la conducta humana y me alegra mucho que te haya parecido simpático el resultado. Un fuerte abrazo. Besicos.
Los chicos malos con ese puntito tierno son irresistibles, hasta para las primas indiferentes… Una minipeli, Mochón. Me ha gustado.
¡Suerte!
Quizá dé para el tráiler de un corto, jajaja. Será cuestión de seguir trabajando la situación. Muchas gracias por tu visita, Nuria. Me alegra que te haya gustado. Un fuerte abrazo.