74 Sofocos
En otoño de 1979, el tío Luis vino de la capital por las fiestas de Nuestra Señora de Contrueces. Apareció con una camisa de color amarillo chillón bajo el traje. La abuela tardó media jornada en cerrar la boca y parpadear. “Soltero a los cincuenta por maricón, claro”, refunfuñó el abuelo, y no lo miró más. Ni le hizo falta. Ya lo miraban lo suficiente todas las mujeres que revoloteaban a su alrededor, a las que tenía que empujar yo para bailar con él en la romería. A mí me gustaba mucho el tío Luis porque me hacía caso. Y porque era muy divertido. Era moderno.
Tras él, mi padre, como todos los demás, empezó a usar camisas fucsias, estampadas o bermellón, dejando aparcadas las blancas y azules para bodas, bautizos y funerales. Con los años comprendí el concepto de moda, pero no en aquellos tiempos. Pensaba que debía de ser algo vergonzoso que él se vistiera con tantos colores porque veía a mi madre roja como un tomate, resoplando tras abanicos improvisados de cualquier material.
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Siempre ha de haber un pionero que amplíe los límites de lo conocido, un valiente que se atreva a explorar no solo tierras, sino cualquier otra cosa, también indumentarias.
Los colores chillones en la camisa de tu personaje fueron una revolución en el pueblo, causa de diferentes reacciones según las personas. El abuelo solo concebía que aquello debía de ser un trastorno contra natura en un hombre, una vergüenza y un caso echado a perder. Para las mujeres, se trataba un hombre atractivo por su originalidad. Para el resto de los varones, un modelo a seguir con el que causar buena impresión a las féminas. Para sus mujeres, una causa de preocupación, con «sofocos» como consecuencia.
Un relato original y simpático. Un ejemplo creíble de cómo una prenda de un color u otro puede cambiar hábitos milenarios y suscitar diferentes reacciones, hasta una pequeña revolución colectiva.
Un abrazo y suerte, Nuria
Siempre ha habido un primero en todo, aunque unos le critiquen y otros alucinen. Cada uno lleva los cambios como puede, o como la edad le deje. jejeje
Muchas gracias por pasarte, Ángel.
Besosss
Hola Nuria!
Precioso micro con un ritmo brillante, imágenes muy potentes que me hacen revivir recuerdos. Muy buena idea, y una gran historia B.
Muchas gracias, Susana. Qué bueno que te guste. 🙂
Besosss
Esta historia me ha pellizcado porque me ha «prestado» mucho cómo la cuentas. Haces que los personajes tengan vida propia y que los sintamos cercanos. Entre nosotros.
Hola,María. Me encanta que te pellizque. Hay mucho de lo que todos hemos vivido un poco ,sí. 🙂
¡Muchas gracia por pasarte!
Un relato estupendo,muy colorido,nunca mejor dicho!Qué divertido el detalle de los sofocos y abanicos de cualquier material improvisado.
Mucha suerte!
Gracias, Aurora. Esos sofocos repentinos, en realidad, son una tortura cuando no se tiene un abanico de verdad cerca. jajaajaja.
¡Suerte para ti también!
Besosss