33. Casa Wilder (Pablo Núñez)
«El mundo debería ser como una comedia de Billy Wilder», repetía mi padre cada vez que leía el periódico. Regentaba un restaurante en una calle sin nombre de una ciudad sin historia. Allí apareció Lola Flores por los años sesenta. Su amigo Tomás, el retratista, que casualmente tomaba café en la barra, se ofreció para fotografiarlos. Aquella foto fue la primera de las muchas que colgó en las paredes del local. Desde entonces, los marcos de famosos con él se fueron multiplicando. No es que se convirtiera en un sitio de reunión de artistas, sino que pedía a Tomás que le tomara instantáneas con pose de admirador sonriente y este, con recortes de revistas de cine, hacía lo demás en su estudio. Cuanto más envejecía, más antiguas eran las estrellas que escogía y, aunque la mayoría habían desaparecido, ignoraba la lógica del tiempo. Su favorita siempre fue… la de Lola Flores.
Cuando heredé el negocio, no cambié nada. Algunos clientes miran las fotos. Sin bajar la voz, aseguran que todas son falsas. En esos momentos pienso que la vida tendría que ser como una comedia de Billy Wilder, con situaciones irónicas, personas normales, finales amables y donde nadie sea perfecto.
El padre del narrador debió de ser un gran tipo. Como un personaje de Billy Wilder, no es perfecto, si lo fuese, no nos identificaríamos con él, siendo ésa una de las virtudes del buen cine. Por muchos avatares que sucedan en sus comedias se sabe que son ficción, hechas para el entretenimiento, la sonrisa y la sana reflexión, siempre preferibles a la cruda realidad, algo que conocía muy bien Wilder y este propietario.
Las historias que alguien ha imaginado, en cine, teatro o literatura, están hechas para la evasión, algo muy necesario en casi todas las épocas y para la mayoría de las personas. Él fue feliz con su Casa Wilder; el que las fotografías de las paredes estuviesen trucadas o no es lo que menos importa. La fantasía quizá no sea lo que nos mantiene en pie, pero sí que ayudan a seguir, pueden ser un refuerzo cuando lo cotidiano flaquea.
Un homenaje al maestro Wilder, al cine y a la imaginación.
Un abrazo, Pablo. Suerte
Como siempre da gusto leer tus certeros comentarios, Ángel.
Mil gracias por no fallar nunca a esta cita.
Un abrazo fuerte.
Qué sería de la vida, Pablo, sin los trampantojos que la hacen, a veces, mucho más vivible. Me gusta la forma en que hilas la historia de una mentira para alguno y una gran verdad para otros.
Mucha suerte, un abrazo.
Aunque con mucho retraso, no quería dejar pasar la ocasión de agradecer tus amables palabras. Que te guste es el mejor premio.
Un beso.