77. Tiempos de plomo (Marta Navarro)
Una niña sonríe de frente al objetivo. Una niña de pelo oscuro y ondulado echado hacia un lado, guiño pícaro en la mirada y gesto divertido. Dulce imagen de otro tiempo que acuna entre sus pliegues un latido de felicidad.
Es una foto pequeña, en blanco y negro. Una vieja instantánea cosida ahora al envés de su chaqueta. Lo único que tiene. Lo único que importa. Un tesoro que, en las noches frías, le calienta el corazón.
Con dedos sucios de barro, Otto roza las aristas de la fotografía y suspira. Se siente tan cansado. Tiene tanto miedo…
Parpadea con fuerza para ahuyentar el llanto que amenaza desbordar sus ojos, traga el desconsuelo anudado a su garganta y se obliga a caminar.
Un paso. Luego otro. Y otro. Y otro más.
Avanzan despacio, en silencio, enfrascados todos en idénticos pensamientos, atormentados por idénticos presagios, sin aliento, sin alivio ni esperanza. Una columna de hombres demacrados y exhaustos abandonados a su suerte en medio de ningún lugar.
Una nube de cenizas cae de pronto sobre ellos, oscurece el cielo y aletea en el aire.
Tras los árboles, al otro lado del camino, arden las cámaras de gas.
Aún en las peores circunstancias, cuando todo parece perdido, necesitamos aferrarnos a alguna ilusión. La de este prisionero de un campo de exterminio (cómo duelen a veces las palabras) se materializa en una fotografía que ha podido ocultar, seguramente la de su hija, de la que quizá no conoce su destino, puede que tan oscuro como el suyo, pero que sirve para «calentarle el corazón», para seguir y aguantar un día más. Tal vez así consiga sobrevivir y volver a abrazarla, al menos, lo intentará hasta que le queden fuerzas, o alguien sin escrúpulos decida que sus días han terminado.
Esperemos que no regresen nunca esos «tiempos de plomo». Relatos como éste pueden servir de recordatorio de lo que el ser humano es capaz de hacerse a sí mismo. Una lectura dura, por tanto, pero necesaria.
Un saludo, Marta. Suerte
Hola, Ángel ¡Qué buen resumen has hecho de la situación del protagonista! Sí que es necesario tener presente todavía ciertas cosas… Muchísimas gracias.