83. Sensualidad obsoleta
Las encontré en el despacho, dentro de una revista de automovilismo escondida entre dos tomos de la vieja enciclopedia etimológica.
Me sorprendió porque mi padre detesta la velocidad.
En ellas aparecía una chica muy maquillada, mostraba su desnudez con sensualidad obsoleta, amablemente descolorida. Las piernas plegadas con elegancia. Me recordaba a alguien, aunque todas las mujeres excesivamente maquilladas se parecen.
Escuché pasos y las devolví a su escondite. Mi padre entró, lanzando una mirada interrogante. Yo disimulé, encogíendo mis hombros.
Desde entonces, dediqué un tiempo a observarle y descubrí que a menudo, cuando iba al baño, pasaba previamente por el despacho. Y, al regreso, volvía a entrar.
Como aquellos días me había acostumbrado a observar, noté que, cuando recuperaba su asiento en el sofá, mi madre se levantaba de inmediato con cualquier excusa.
A veces yo volvía al despacho a ojear las fotos, analizando aquellos rasgos tan familiares, persiguiendo conclusiones que se resistían. Hice búsquedas por internet, sin éxito. Nada. Hasta que un día, tras salir mi padre del salón, descubrí a mi madre reclinándose en el sofá, plegando elegantemente las piernas y derramando hacia atrás su melena grisacea. Relajada. Como si se hubiera quitado un enorme peso de encima.
Mira que somos complicados los humanos, tanto, que el paso del tiempo puede cambiar las cosas de forma radical entre dos personas. El padre conserva en secreto una fotografía de su mujer mucho más joven, maquillada e insinuante, un vestigio de los tiempos en que esa apariencia, sin duda, le encandiló. Los cuerpos cambian y también las actitudes. El hombre sigue añorando a esa joven maquillada en exceso y un tanto antigua, no deja de acudir a su encuentro. Ella, a su manera, también añora ese tiempo, pero por algún motivo no quiere darle el gusto a su marido de adoptar, al menos, la pose de antaño, algo que solo hace cuando él se marcha, lo que demuestra que su convivencia se basa en una rutina establecida por el desencuentro. En medio de todo, un muchacho inquieto, fruto de los dos, comienza a atar cabos y que nos cuenta esta original y brillante historia.
Un abrazo de verano (espero que lleves el calor lo mejor posible) y suerte, Salva
Como suele ocurrir,amigo Ángel, tu análisis desgrana los entresijos de la historia a la perfección. Una historia sencilla, casi cotidiana, de una persona que crece atravesado por la perplejidad, en una tierra de nadie sin rastro de lo que fue.
Gracias siempre, Angel. Por lo de siempre y porlo de hoy. Unfuerte sbrazo.
Magnifico, Salvador. Eres un gran retratista de la condición humana. Muy observador.
Suerte y abrazo,
Hola, Anna! Muchisimas gracias! He descubierto con el tiempo que me resulta más necesario bucear en las profundidades del alma, en situaciones cotidianas, que en situaciones fantasticas u oníricas.
Y observar, siempre observar…
Gracias de nuevo.
Besos