153. CÓMPLICES, de Bosque Silencioso
Era muy tarde y hacía mucho frío aquella noche. Mientras subía las escaleras, los vio pasar una vez más. Eran tres e iban camino del bosque. Pensó que siempre eran tres y que siempre se dirigían al mismo lugar. Nadie sabía por qué iban allí. Sólo sabían que iban tres, y que volvían dos. Pero nadie se preguntaba por qué. A nadie le interesaba, porque nadie quería saberlo. Así se vivía mejor. Aquella noche era como cualquier otra. De nuevo escucharían dos disparos sordos y de nuevo sentirían un grito desgarrador. Pensarían que era algún animal. Eso es, un animal herido. Y cerrarían los ojos para soñar con un bosque silencioso, en el que los animales no gritan. A la mañana siguiente nadie diría nada, porque no había nada que decir. Y todos notarían el olor a pólvora y a tierra removida, que se confundiría con los aromas del bosque mañanero. Sabían que el bosque haría desaparecer aquel cuerpo. Tenía experiencia y nunca les había fallado. ¿Por qué iba a hacerlo esta vez? Ellos sólo tenían que oír, ver y callar. Así de fácil. Aunque esos que pasaban no lo sabían… y oían demasiado, veían demasiado, o no callaban demasiado.
Bosque: palabra que nos recuerda buenos momentos, en general.
En este relato, los recuerdos son muy negros. Una sensibilidad exquisita la del autor del relato.
Felicidades