96. Rostros familiares (Anna López Artiaga / RdA)
Mientras doña Carmen habla, observo las fotos en marco de plata del aparador. En esta que señala ahora, se ve a dos niños vestidos de marinero, las manos juntas, los ojos en plegaria hacia el cielo.
—Son muy guapos —le digo.
—Ya tienen trece años —responde—, esa foto es de hace dos.
En la de al lado, una pareja de novios se intercambia las alianzas. Él la mira con gesto adusto y ella, ruborizada, se alisa el vestido para disimular la leve curva del vientre. Son los padres de los gemelos, pienso.
—Nacieron sietemesinos —apunta ella—, quizá en agosto puedas conocerlos, prometieron venir en vacaciones.
Yo le recuerdo que en agosto me voy al pueblo, pero que volveré en setiembre, cada miércoles, como siempre.
—Sí, ya me acuerdo —asegura, y recoge las revistas recortadas de encima de la mesa mientras me guiña un ojo.
Sonríe. Yo también.
Después de merendar, saco una bolsa con revistas nuevas. Ella trae las tijeras y los marcos de plata. Doña Carmen vuelve las páginas y escoge con cuidado: esta semana se ha encaprichado de una nieta de trenzas rubias y una hija empresaria, con traje chaqueta, que el próximo verano la llevará de crucero.
De ilusión también se vive. Si doña Carmen necesita de imágenes ajenas para existir, sustento de sus fantasías, pues bienvenidas sean, tampoco hace daño a nadie. Tienen, además, la ventaja de que pueden sustituirse con el tiempo por otras.
Imaginamos a doña Carmen sola, sin la familia que hubiese querido, o quizá la tenga pero no la visitan como ella necesitaría. Por suerte, sí que cuenta con la compañía asegurada de quien le suministra esas revistas, además de su comprensión y complicidad, a cambio tan solo de meriendas, que seguro que prepara y sufraga gustosa.
Un relato que muestra que tal vez vivir en el engaño no sea sano, pero lograr que una persona sea dichosa, sin que lo haga a costa del perjuicio de otras, es buena cosa. Las fotografías tienen un poder de sugestión y de imaginación añadida.
Un abrazo y suerte, Anna
Lejos de darme pena por la situación de Carmen, me resulta tierno y agradable. Y me parece una delicia la complicidad de la persona que la cuida para que ella pueda crear toda una vida nueva cada semana.
Suerte, Anna.
Saludos.
Gracias, Angel y Nuria por vuestra lectura. Tenéis mucha razón: la felicidad está en encontrar alguien que entienda lo que necesitas y doña Carmen lo ha encontrado.
La idea que nos traes me parece muy tierna e ingeniosa, y me ha dejado un sabor agridulce. Agrio, porque doña Carmen necesita una familia, y como no cuenta con ella (no sabemos si porque no la tiene o porque nunca la ve) se consuela creándosela a partir de las revistas. La parte dulce viene dada por la persona que le sigue el juego todos los miércoles. Y que, a efectos prácticos, podría ser lo único parecido a una familia que tiene la señora. Un micro que habla de soledad, tan abundante en estos tiempos. Enhorabuena, Anna, está genial. Mucha suerte y un abrazo.
Un relato con un ingenio que me ha atrapado. Esa familia nueva cada semana me agrada, para una posible soledad familiar. Narrado de manera genial. Felicidades, Anna, por esta excelente historia. Un abrazo y suerte.