05. ABAJO Y ARRIBA (Ángel Saiz Mora –EdH 2020-)
Estuve en el infierno. Fui uno de sus sicarios. No era un destino agradable, pero allí me encontraba seguro, alejado del frente. Solo debía esperar a que terminase la guerra para reincorporarme a mi pasión.
A pesar de su aspecto demacrado y el uniforme de rayas reconocí al gran David Berenstein. Empeñado en preservar su vida, pude convencer a mis superiores para organizar una pequeña orquesta de prisioneros, algo habitual en otros campos. Sus interpretaciones acompañaban a niños y ancianos, no aptos para trabajar, mientras les conducían a lo que pensaban que eran duchas. Aquel sonido divino casi hacía olvidar el olor que pronto inundaba todo. Personas capaces de crear tanta belleza no merecían ser aniquiladas.
Un impetuoso oficial de las SS recién llegado, para hacer méritos y en un golpe de autoridad, disparó sobre David con su arma corta. Horrorizado, puse la mía de inmediato sobre esa frente fanática. Aunque no llegué a apretar el gatillo, mi gesto se consideró alta traición.
Todo sucedió muy deprisa: las detonaciones de los fusiles, el dolor intenso. Cuando volví a escuchar el violín de Berenstein supe que aquello solo podía ser el cielo.
Un relato que remueve emociones. Música frente a barbaridades. Muy bueno, Ángel. Felicidades y suerte.
La buena música, como el arte en general, nos recuerdan que somos capaces de lo mejor, sobre todo cuando lo peor tiene lugar.
Muchas gracias, Pablo.
Un abrazo
La música no siempre amansa a las fieras, pero en este relato nos salva de la terrible realidad y es el mejor escudo ante tanta deshumanización nazi. Magnífico relato, Ángel. Un abrazo y mucha suerte.
La música es un gran asidero al que aferrarse cuando parece que todo falla, la esperanza de que algo grande es posible y se puede abrir paso, pese a todo.
Mil gracias, María José.
Un abrazo
Muy bonito, como siempre y muy creativo. Eres el crack de los microrrelatos. Acaban de poner la convocatoria y ahí estás con tu inspiración a flor de piel.
Te deseo, yo también, un feliz verano. Salgamos a la calle, con prudencia siempre, y ahuyentemos el miedo que nos está corroyendo los huesos. Un abrazo Ángel
En ENTC hay enormes microrrelatistas, entre los que hay que contarte. Yo me considero uno más, pero agradezco tus palabras.
La clave de este verano viene dado, como bien dices, por un difícil equilibro entre la prudencia y dominar el miedo, intentar hacer una vida más o menos normal hasta donde se pueda.
Gracias otra vez y un abrazo, Mercedes
Como homenaje a la música, y como forma de comentario alternativo, quiero compartir con vosotros una canción que esté relacionada con algún aspecto de vuestros relatos. Espero que te guste la que he elegido para el tuyo.
AC/DC – Highway to hell
https://youtu.be/l482T0yNkeo
Qué buena idea, Rafa. Y que gran canción, mítica. A quién podría no gustarle esa «Autopista al infierno». Dando por hecho que existe, más de un personaje de este relato debe tener allí plaza fija.
Muchas gracias y un abrazo, Rafa
Contrapones elementos esenciales en el relato: el infierno y el cielo, los campos nazis y la música; en definitiva, la barbarie y el arte.
La música de tu violinista es un lenitivo para los prisioneros y un motivo más de odio para el oficial de las SS. Con su muerte el narrador se rebela y también es asesinado. Todo su dolor se compensa con las notas que ya sólo puede oír en el cielo.
Es un texto bellísimo, Ángel. Que el arte sirva siempre para salvarnos del horror.
Felicidades y un abrazo.
Siempre me llamó la atención que personas formadas y cultas, en muchos casos, pudieran llegar a ser tan inhumanas. Supongo que a menudo, la vorágine colectiva, la que arrastra a las masas (a veces quieran o no), debe de tener un componente implícito que atrofia los sentidos y la sensibilidad. Como bien dices, siempre tendremos el arte para salvarnos del error.
Agradezco mucho tu lectura y tu impecable comentario.
Un abrazo, Carmen
Un gran relato Ángel, seguro que hay un cielo para quienes pasaron por aquello, debería haberlo.
Un abrazo.
De existir un cielo y su contrario, está claro quien ingresó en uno y en otro durante aquella época. Supongo que alguna vez saldremos de dudas. Mientras tanto, lo importante sería que nadie crease otro infierno semejante en ningún punto de este planeta.
Muchas gracias, Yolanda.
Un abrazo
¡Con qué maestría aprovechas elementos reales de la barbarie nazi para regalarnos un relato en el que transitan juntos el espanto y la ternura!
En esta convocatoria nuestros relatos van a contener elementos comunes para historias distintas, lo que me faculta a presumir de la coincidencia con el EdH2020.
Suerte y un abrazo.
No es necesario dar muchas vueltas a la cabeza cuando nos damos cuenta de que todo está inventado. La barbarie nazi fue una cruda realidad, mientras que la música puede sacar lo mejor de nosotros. De ambas pueden salir miles de historias. Es lógico que haya coincidencias cuando se parte de una misma idea, los matices particulares son los que enriquecen. Ya estoy deseando leer tu relato.
Muchas gracias y un abrazo, Rafa
Genial y muy visual tu relato. En pocas palabras has hecho una exposición de aquellos campos en la que salen casi todos. Sale incluso hasta el monstruo, pues ni siquiera tiene la dignidad de la fiera, porque ni la música le calmó.
Me sorprenden tus relatos, pero tú no, porque siempre eres cojonudo.
Un abrazaco.
En todas las épocas ha habido y hay monstruos y víctimas, pero aquella fue especialmente atroz y sistemática. La música es un lenguaje universal que a veces, aunque solo sea durante unos minutos, parece redimir a cualquiera, incluido al más obtuso, pero siempre hay excepciones.
Atrapo en el aire ese adjetivo, que te agradezco. Te mando también uno similar, porque ya sabes que el concepto que tengo de ti y de tus buenas letras.
Otro abrazaco, Isidro
La música como bálsamo y redención. Una bella propuesta con la sensibilidad que te caracteriza, Ángel
La música puede bloquear la presencia de los peores demonios, externos o interiores, o, al menos, suavizar sus efectos. De pocas cosas puede decirse que sean un lenguaje universal e imperecedero.
Muchas gracias, Paloma.
Un abrazo y buen verano
El conservatorio son palabras mayores. Requiere gran dedicación, además de un talento natural; más que la preparación para una profesión (que también) es una verdadera pasión. Yo también tengo un violinista en casa, forma parte de una orquesta de jóvenes aficionados, solo que mi hijo mayor prefirió dejar el Conservatorio antes de empezar el tercer curso, precisamente por esa dedicación que prefirió dedicar a otros estudios y quehaceres, lo que no quita para que ame la música. Tu hogar debe ser entonces, como bien dices, un paraíso con una privilegiada banda sonora.
Seguro que tus hijas pueden dedicar su vida a su vocación. Yo agradezco que escribas, tanto relatos como el que acabo de leer sobre dos soldados, como este comentario.
Un abrazo y gracias otra vez, Juan
Un soplo de sensibilidad y belleza entre la barbarie, al que la sinrazón, esta vez individual, mutila. Gran relato, Ángel. Un abrazo veraniego y suerte.
Cuánta belleza y sensibilidad habrá quedado sepultada bajo disparos, la opresión de una bota o un libro quemado por la cerrazón. Solo podemos pedir y tratar de no olvidar para que no se repita nada parecido.
Muchas gracias, Salvador.
Ahí te mando otro abrazo de verano
Un personaje imperfecto, en el que solo su amor a la música logra sacar de su cómodo letargo, al frente de un relato que te mete de lleno en un infierno en el que el cielo lleva todas las de perder. Bello y doloroso final. Mucha suerte y un fuerte abrazo, Ángel.
Eso que ahora llaman «la zona de confort» tiene un poder magnético muy poderoso. Salir de ahí no es nada fácil, parece que tenga que suceder algo extraordinario, un golpe de efecto, para darnos cuenta del verdadero sentido de las cosas, que no podemos vivir ajenos al sufrimiento de otros.
Este oficial, gracias a la música y a su admiración por un intérprete al que se supone que debía despreciar, consigue restaurar su dignidad, aunque a un precio muy alto.
Muchas gracias, Enrique.
Un abrazo grande
Con este relato nos muestras con crudeza la historia de un apasionado de la música que para huir del frente acepta trabajar como un sicario de un campo de concentración nazi. Su pasión acaba llevándole a intentar salvar a un conocido maestro del violín. Aunque no lo consigue, el final del relato nos sugiere que su acción le redime del fuego eterno. Las guerras pueden llevar a situaciones extremas en la que muchas personas claudican ante la barbarie, pero también están llenas de historias ejemplares y otras contradictorias en las que algunos sicarios del infierno buscan redimirse de alguna forma. Enhorabuena, Ángel.
Un abrazo y mucha suerte.
Una situación extrema, como es una guerra, que coloca a unas personas en un lugar y a otras en otro, tratando de que olvidemos que somos todos iguales, cuando las diferencias solo están en nuestra cabeza, puede sacar lo mejor o lo peor de cada individuo. Como bien dices, hay quien, en medio de tanta sinrazón, conserva algo de cordura y es capaz de ver la realidad completa, de comprender que un maestro de la música no merece un trato semejante (como ningún otro ser humano).
Ese gesto de defensa que no puede evitar le conduce al final, pero con ello ha restablecido su dignidad ha abierto las puertas de otra dimensión.
Muchas gracias por tu lectura y por tus palabras, Josep Maria.
Un abrazo
Y en un ambiente tan hostil para encontrar belleza, va nuestro EdH y, no solo la encuentra, sino que la ensalza. Magnífico relato con un doloroso final. ¡Felicidades!
Un abrazo
La belleza, en cualquiera de sus manifestaciones, es fundamental para la existencia, tanto, que le da sentido, tanto más cuando el ambiente, como bien apuntas, es tan hostil. Si hay algún mérito en esta historia le corresponde a ese oficial redimido y, por supuesto, a ese violinista tan virtuoso.
Muchas gracias, Nuria.
Un abrazo
Hola, tocayo.
Es la historia de siempre, el hombre es capaz de crear la más extraordinaria belleza, por ejemplo en una composición musical, y a la vez las cosas más feas y horribles como la guerra, la miseria, la crueldad sin límites… Aquí has reflejado a la perfección esa contraposición de extremos.
Un refrescante abrazo de verano.
Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Ya que lo sabemos, deberíamos optar por el lado menos oscuro siempre, aunque, como le sucede al protagonista de este relato, no sea a veces, precisamente, la opción más sencilla, ni siquiera la más aconsejable si quiere sobrevivir.
Muchas gracias, tocayo.
Otro abrazo veraniego para ti.
Estremecedor relato, Ángel, terrible demostración de que la música, por muy celestial que sea,no amansa a las fieras, ni nos preserva contra la barbarie. Que pases buen verano y suerte.
Se han dado casos de artistas en general y melómanos en particular, sensibles con el arte, pero despiadados con sus semejantes, algo que es una contradicción en sí misma, pero también una evidencia. El ser humano es tremendamente complicado.
Muchas gracias, Javier.
Buen verano también para ti y un abrazo
Un micro que te pasea por el horror nazi, pero te deja con una sonrisa en los labios. ¡Suerte!
Hasta en las peores circunstancias la dignidad y la humabidad no solo son posibles, sino más necesarias que nunca.
Muchas gracias por leer y comentar, Javier.
Un saludo
Un pequeño gesto, una acción heroica, no sólo redime: también saca del infierno que uno no ha buscado. Tal es el caso del sicario del micro. Su gesto de traición a las SS lo mantuvo fiel a sí mismo, pero sobre todo, le mereció el cielo del violín de Berenstein…
Un micro con sones intensos, y final a toda orquesta.
Felicidades, ÁNGEL. Como siempre, un placer leerte.
Cariños,
Mariángeles
Estoy de acuerdo contigo. Una acción puede significar mucho, la elección del camino verdadero, la opción valiente de acometer la senda de la que nunca debió desviarse. Que la vida sea más o menos larga poco importa si después, realmente, existe otra, con menos miserias, además, llena de armonía.
Muchas gracias, Mariángeles.
Cuídate mucho y un abrazo
La piel que nos envuelve tiene un lado luminoso y otro mucho más oscuro, y aunque creamos ver en nosotros tan solo el lado luminoso y solamos barrer bajo ella los horrores que vemos en otros, las circunstancias son palancas tenaces que a veces nos ponen frente al profundo abismo de lo que no creíamos ser.
Tu relato brilla en lo oscuro, Ángel, nos muestra que la belleza existe entre el horror, en esta ocasión con forma de un pentagrama de espíritus hechos ceniza.
Tienes la rara habilidad de componer relatos redondos repletos de esquinas y recovecos, y eso los hace tan disfrutables y tan personales.
Ha sido un placer, amigo mío.
Un fuerte abrazo.
Como muy bien dices, todos tenemos ese famoso lado oscuro, que queramos verlo o no, que le demos cuartel o reneguemos de él, depende de cada uno. A veces, hacerlo, como es el caso del protagonista de este relato, conlleva un precio muy caro. La vida es corta, no sabemos si luego habrá otra, algunos queremos pensar que sí. Si así fuera, tendría mucho menos importancia el cuánto se víve que el cómo se hace. La dignidad y la integridad ante todo.
Tu lectura y tu comentario engrandecen esta pequeña historia.
Mil gracias y otro abrazo grande para ti, Antonio
Seguro que tu sicario estará a estas horas escuchando música celestial. Lástima que no llegase un poco antes para salvarlo, porque aún seguiría escuchando música terrenal.
Un saludo y mucha suerte, Ángel.
Seguro que tú, al igual que yo, has escuchado muchas veces este refrán: «El español piensa bien, pero tarde». Según esta ficción también sería aplicable a los alemanes. Nadie es perfecto, está claro.
Gracias por leer y comentar, José Ramón.
Un saludo
Un relato que impacta como un fogonazo y enternece como la más bella melodía. Armas frente a música. Una batalla desigual. Espero que en el futuro triunfe la belleza y no el horror.
Excelente micro, Ángel. Te deseo muchísima suerte.
Besos muy apretados, amigo.