128. MI CAMINO, de El Bosque de Tallac
Hoy me levanté más temprano de lo habitual. Finaliza mi camino. Recogí en mi maltrecha mochila el saco de dormir y los pocos y ya deteriorados enseres que me acompañan desde el inicio. Los días precedentes habían sido duros y húmedos. Mi cuerpo se había habituado a las duras condiciones, pero pedía ya un descanso. Dejando atrás la hospedería, y bajo el manto de la noche, retomé mi ruta y me adentré en el bosque. El frío abrigaba mi cuerpo.
La estela de una linterna de otros caminantes más previsores que yo me servía de guía. Con la vista puesta en ese rastro fugaz y serpenteante, caminaba, adquiriendo el resto de mis sentidos un mayor protagonismo.
Poco a poco la noche iba dejando paso al día. Olía a mañana, a verde, a día grande, y una sensación de serenidad, de complicidad y de vuelta a los orígenes recorría mi cuerpo. Es el bosque, generoso, que nos va regalando a su paso un sinfín de sensaciones y emociones sin pedir nada a cambio. Ya casi lo hemos cruzado, y el Sol nos recibe al otro lado del mismo. Amanece. Santiago nos espera. Hoy será un día estupendo.